Un rizoma

Un rizoma es un tallo subterráneo con varias yemas que crece de forma horizontal emitiendo raíces y brotes herbáceos de sus nudos. Los rizomas crecen indefinidamente, en el curso de los años mueren las partes más viejas pero cada año producen nuevos brotes, pudiendo de ese modo cubrir grandes áreas de terreno.

2008: Educar, según Francoise Dolto (1908-1988)

Educar, según Françoise Dolto (1908-1988)

Mélanie Berthaud
Revista Ethos, 22 de septiembre de 2008

“Psicoanálisis, educación y cultura”, tal es la temática que se propone abordar el XXII Encuentro Nacional de Investigación Educativa este año, motivo por el cual me es solicitado este artículo. El vínculo propuesto por el encuentro entre estas tres temáticas nos invita a detenernos sobre los límites entre cada uno de los campos señalados. Se abren preguntas: ¿Tiene acaso el psicoanálisis algo que decir sobre la educación?; ¿Es la educación una práctica que se puede beneficiar del psicoanálisis?
En trasfondo de estas cuestiones, el siguiente debate: ¿Tiene el psicoanálisis una relación con la ciudad o debe el psicoanálisis situarse al margen de los asuntos que en ella se gestan, como, por ejemplo, la cuestión educativa? Y, porque el psicoanálisis implica a un analista que ejerce una práctica, se plantea la pregunta: ¿Qué hace un analista con la emergencia de síntomas en el campo social?

Psicoanálisis y pedagogía

Freud se pronuncia sobre la cuestión en varias ocasiones. Se destacan sus puntos de vista sobre la función de la educación, así como los efectos que un sistema educativo ignorante de los descubrimientos del psicoanálisis pudiera tener sobre la niñez.
En primer lugar, Freud señala una relación recíproca entre ambos campos. Por un lado, la educación es fundamental para el proceso de desarrollo del niño. Ésta permitiría alcanzar la autonomía del niño, respecto de sus padres y, por ende, instalar la vigencia del principio de realidad. En 1911, en “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”[1], Freud afirma que “el imperio del principio de placer sólo llega a su término, en verdad, con el pleno desasimiento respecto de los progenitores”[2]. Jacques Lacan es fundamentalmente freudiano cuando afirma, citando a Hegel, que « el individuo que no lucha para ser reconocido fuera del grupo familial, no alcanza jamás la personalidad antes de la muerte»[3].
¿Cuál sería la función de la educación según Freud? Educar sirve, “sin más vacilaciones, como incitación[4] a vencer el principio de placer y a sustituirlo por el principio de realidad”[5]. Se delinea aquí una reflexión importante acerca del lugar de los padres en el proceso de socialización realizado por la institución educativa. ¿En qué medida deben de involucrarse los padres del alumno en el contexto escolar? De acuerdo a Freud, la participación debería de ser mínima.
Por otro lado, el psicoanálisis tendría una doble función coadyuvante respecto de la pedagogía. Primera función: esclarecer la educación. Afirma Freud que “la educación debería poner un cuidado extremo en no cegar estas preciosas fuentes de fuerza[6] y limitarse a promover los procesos por los cuales esas energías pueden guiarse hacia el buen camino. En manos de una pedagogía esclarecida por el psicoanálisis[7] descansa cuánto podemos esperar de una profilaxis individual de las neurosis”[8]. Más tarde, Freud señala que el niño ha pasado a ser “el objeto principal de la investigación psicoanalítica” y que ha desplazado al neurótico. Argumenta que es natural que la pedagogía tenga expectativas puestas sobre el psicoanálisis, pues ha permitido revelar “las fuerzas pulsionales y tendencias que imprimen su sello peculiar al ser infantil”[9]. Segunda función: invitar a los educadores a que se analicen. Freud señala esta necesidad para los pedagogos, y considera, de hecho esta opción mucho más útil que una formación teórica[10]. Lo anterior permitirá a los educadores, según Freud, entender mejor a la niñez y dejar de abordarla como si fuera un enigma.

En segundo lugar, Freud opina sobre las derivas de una educación demasiado rígida y normalizadora: “El psicoanálisis tiene a menudo oportunidad de averiguar cuánto contribuye a producir enfermedades nerviosas la severidad inoportuna e ininteligente[11] de la educación, o bien a expensas de cuántas pérdidas en la capacidad de producir y de gozar se obtiene la normalidad exigida.”[12]
Finalmente, si bien demuestra Freud cómo el psicoanálisis puede aportar algo a la pedagogía y cómo la educación juega un papel fundamental en el desarrollo del niño, también se distancia de la cuestión educativa. Existe en Freud cierta ambigüedad, cierto balanceo sobre esta cuestión. Tan es así que se han dado debates sobre la cuestión de saber si Freud era pedagogo o antipedagogo…[13]
Por una parte, Freud, en los textos antes señalados, se distancia de la cuestión educativa: “Mi participación personal en esa aplicación del psicoanálisis ha sido muy escasa. Tempranamente había hecho mío el chiste sobre los tres oficios imposibles- que son: educar, curar, gobernar-aunque me empeñé sumamente en la segunda de esas tareas”[14]. Así mismo: “El trabajo pedagógico es algo sui generis, que no puede confundirse con el influjo psicoanalítico ni ser sustituido por él. El psicoanálisis del niño puede ser utilizado por la pedagogía como medio auxiliar, pero no es apto para remplazarla”[15].
Por otra parte, se sabe que Freud apoyó explícitamente a su hija Anna Freud en las controversias sobre psicoanálisis de niños que la opuso a Melanie Klein en el marco de la Sociedad Británica de Psicoanálisis en los años cuarenta. Freud en una carta a Ernest Jones: “Su petición que el análisis de niños sea un verdadero análisis, completamente independiente de toda medida educativa, me parece no sólo no fundamentada teóricamente, sino inadecuada a la realidad. Más me adentro en las cosas, más creo que Mélanie Klein está en la vía equivocada y Anna en la correcta”[16]. En efecto, Anna Freud recalca las dificultades de aplicar el psicoanálisis a los niños: sostiene que una transferencia analítica como la que se da en los psicoanálisis de adultos no es alcanzable en el caso de los niños. Según ella, el analista se coloca más del lado del educador del yo del niño que del lado de su inconsciente. En cambio, Melanie Klein, en la línea directa con Ferenzci, considera que el análisis de niños va más allá de la función de corroborar ciertos elementos del análisis de los adultos, y que éste permitirá enriquecer el psicoanálisis de manera general[17].

Diálogos

En realidad, la cuestión no está en determinar si Freud es pedagogo o no lo es. Veamos el final del prólogo a Aichhorn. ¿Qué debería de pasar, según Freud, cuando un pedagogo se haya sometido a un análisis, es decir cuando ya haya adquirido el saber que requiere para entender al niño y sus fuerzas pulsionales? Freud se pronuncia de la siguiente manera: se le debería de dejar “aplicar (su experiencia analítica) en apoyo de su trabajo en casos fronterizos o mixtos”[18]. En pocas palabras, se le debería de dejar trabajar: “no es lícito estorbárselo por estrechez de miras”[19].
¿Acaso esta última frase no deja claro que no existe una división tajante entre ambos campos? Poner una división tajante es actuar como lo dice él “con estrechez de miras”, con rigidez. Al introducir Freud la cuestión de los casos “fronterizos”, permite que surja el matiz que nos lleva a pensar en un espacio llamado frontera, límite, zona gris, y por ende se abre la posibilidad de intercambios entre psicoanálisis y educación, para tomar este ejemplo específico.
Desde los años sesenta, el tema de la educación entra en el repertorio de Françoise Dolto (1908-1988), psicoanalista francesa destacada por su clínica con adultos, adolescentes y niños. Se trata de un interés tardío –al menos, en el campo público. Efectivamente, Françoise Dolto emite opiniones sobre cuestiones ajenas al psicoanálisis desde los años cuarenta. Se dirige, en sus intervenciones de alcance profiláctico, hacia los padres de familia, los médicos y los trabajadores sociales. ¿Cuál es la razón de esta intervención tardía? Quizás una ausencia, un hermetismo o un déficit de interlocutor…
Su toma de posición en el campo de la pedagogía es virulenta, lo cual le cuesta muchas críticas acerbas. Desde los últimos años de la École Freudienne de Paris[20], a principios de los años ochenta y en adelante, Françoise Dolto es muy criticada por ello, incluso muchos consideran que ella se descoloca de su lugar de analista por el hecho de incursionar en la radio y la televisión con temas psicoanalíticos.
Ella afirma, en distintos momentos y espacios, que “las escuelas son los apriscos donde duermen los borregos de Panurgio”[21], que “aburrirse en la escuela es signo de inteligencia”[22], que “la escuela es un sistema obsesivo, es decir cerrado sobre si mismo”[23].
Es para nosotros la ocasión de señalar, a través de un recorrido por la obra de Françoise Dolto, los distintos planteamientos de la psicoanalista en materia de educación. La discusión exhaustiva de sus planteamientos rebasa este espacio, por ahora.

Françoise Dolto (1908-1988), veinte años después[24]

Por cuarenta años, Françoise Dolto atendió, cada día entre 9am y 2pm, a diez niños en promedio, en el marco de su consulta del Hospital Trousseau[25]. Su trabajo con los niños se oponía frontalmente a la clínica adaptativa –adaptar al niño a su medio. Al contrario, lo que buscaba Dolto era hacer surgir lo que ella llamó el “allant-devenant”[26] del niño hacia su estado adulto, es decir destrabar el camino que lo hiciera advenir a su calidad de adulto. La libertad del niño, a quien Dolto concebía como a un sujeto[27], era fundamental para Dolto y guiaba todo su trabajo. Por medio del uso de plastilina, crayolas y de palabras –cuando era posible-, el sujeto niño expresaba lo reprimido de su historia, lo cual engendraba efectos ordenadores y permitía liberar su libido de los efectos de repetición que obstaculizaban su libertad. Françoise Dolto había aprendido a poseer el arte de escuchar al sujeto niño, sin enchufar sobre su discurso interpretaciones de adulto. Insistía con los analistas y terapeutas con quien trabajaba en control, sobre la necesidad de no usar ninguna red de interpretación a priori. El comportamiento del sujeto niño debía de ser abordado, según Dolto, como un lenguaje singular, cada vez.
Francoise Dolto interviene, a lo largo de su obra y vida, sobre la cuestión educativa en cuatro momentos claves que señalamos a continuación[28]:

1.-Esclavos de programas impersonales
En 1965, redacta el prefacio del famoso libro de Maud Mannoni, La primera cita con el psicoanalista[29]. Allí, Françoise Dolto denuncia el sistema educativo francés de la época. Señala que la rigidez de este último no ofrece “a cada uno (de los alumnos) un margen de acceso a la cultura”[30] y que no permite dar rienda suelta a la curiosidad, motor del deseo de aprender. A lo largo de su obra, Dolto ataca un sistema educativo que sofoca el deseo. Su crítica toma la forma de una petición. Veamos cómo lo formula ella:
§ “Pido que los jóvenes franceses ya no sean más esclavos de programas impersonales”[31].
Dolto se remite a la decisión de corte administrativo, según la cual tal nivel de estudio debe de corresponder a tal nivel de matemáticas y tal nivel de gramática, por ejemplo.
Los programas de este tipo excluyen la pregunta: ¿Quién aprende? ¿Para qué? ¿Hay deseo de aprender?
§ “Pido que la enseñanza de la gramática francesa no llegue antes de un uso perfectamente adquirido de la lengua en la expresión personal”[32].
En este caso, Françoise Dolto toma un ejemplo muy preciso. El lenguaje estructura el cuerpo y la realidad que nos rodea. Si esta ley simbólica no es todavía perfectamente adquirida, si el niño no maneja –todavía, y por cuestiones afines a su historia personal- una lengua que le permita expresarse, expresar su mundo y su deseo, el aprendizaje de la gramática será inútil. La gramática, que se estudia en Francia desde los seis años, es el estudio sistemático de los elementos que constituyen una lengua (¿Qué es un sujeto?, ¿Qué hace un verbo?, ¿Por qué usamos adjetivos calificativos?). Para entender qué es un sujeto y un verbo, es necesario llegar a ciertos niveles de estructuración subjetiva.
Dolto hace hincapié en la necesidad de que el alumno, antes de recibir una enseñanza de gramática, sea capaz de usar la lengua para expresarse en una frase correcta, que sería el reflejo de la ubicación que él tiene en el mundo que lo rodea.
Es preciso, insiste Dolto, evitar –y regresará numerosas veces sobre este punto, a lo largo de sus intervenciones- que el aprendizaje sea forzado, y por ende, incapaz de orientar al alumno a hacer uso de este conocimiento, para crear.
§ “(Pido) que el niño no vea siempre su ritmo de interés bloqueado a causa de las limitaciones del tiempo dedicado a tal disciplina o tal materia”[33].
Efectivamente, porque es necesario respetar un programa establecido por un ministerio, el interés suscitado por una temática cualquiera en un sujeto niño no podrá ser incentivado. Se tendrá que pasar a otro tema. A riesgo de perder un desarrollo valioso para esta persona.

2.-La inteligencia digestiva
En 1982, la editorial Le Seuil publica el primer tomo –de tres- del Seminario de psicoanálisis de niños[34] de Françoise Dolto, quien advierte de manera breve –mas no menos contundente- de los peligros de la escuela para la niñez.
Antes de abordar lo que señala, vale la pena recordar el contexto en el cual fueron escritos estos seminarios. Desde principios de los años sesenta hasta principios de los ochenta, Françoise Dolto sostuvo un seminario de psicoanálisis de niños, primero en el seno de l’Ecole Freudienne de Paris (1964-1980), después en l’Institut des Jeunes Sourds [Instituto de los Jóvenes Sordos]. Este seminario estaba dirigido a analistas en formación y psicoterapeutas, quienes, dos veces al mes, tenían la posibilidad de consultar a Françoise Dolto para que ésta les guiara en su práctica clínica con niños.
A principios de los años ochenta, fue el deseo de Dolto plasmar en papel “algo” de lo que sucedía en este espacio. Le solicitó a su colaborador más cercano, Luis Caldaguès, que redactara los textos bajo su revisión y control. Más adelante, le pidió a quien sería después su biógrafa, Jean-Francois de Sauverzac[35], que seleccionara los textos más importantes, dentro de una gran cantidad de transcripciones poco fieles, documentos y textos surgidos de los años de seminario. De Sauverzac afirma: “Así que los Seminarios son unos montajes, no hay mejor palabra, porque la selección y el ensamblaje de los textos, fueron efectuados a posteriori, con un cuidado de congruencia y tomando en cuenta la figurabilidad, para retomar una expresión freudiana, lo cual implicó no respetar forzosamente la cronología o el contexto de su enunciación por Dolto”[36]. Por lo tanto, las indicaciones clínicas de Françoise Dolto que se encuentran transcritas en el seminario no pueden ser ubicadas en el tiempo, pues el seminario no está fechado, aunque el seminario haya transcurrido a lo largo de veinte años. Lo anterior dificulta el situar con precisión un comentario que atañe, por ejemplo, a una temática social.
¿Qué peligros escolares señala Françoise Dolto? Indica que la escuela solicita exclusivamente las pulsiones orales y anales de sus alumnos.
Es importante mencionar aquí que Françoise Dolto no renunciará jamás a la concepción del desarrollo psíquico del niño por etapas, lo que la alejará evidentemente de Jacques Lacan. Sin embargo, es importante señalar que Dolto no hace funcionar estas etapas en el registro de la maduración biológica, como momentos obligatorios del desarrollo (etapa oral, a tal edad, correspondiendo a tal órgano, por ejemplo) –como se afirma reiteradamente. Más bien, son etapas que indican un orden. Si este orden es alterado, habrá consecuencias para el niño. En vez de que sean de naturaleza biológica-orgánica, las etapas de la clínica de Dolto se caracterizan por su aspecto relacional[37].
Por ejemplo, para caracterizar la etapa oral, Dolto habla de “aimance absorptive”[38], un modo de amor que involucra el absorber/asimilar al otro y rechazarlo[39]. Para la fase anal, Dolto hace hincapié sobre los aspectos positivos poco trabajados en la clínica freudiana, más enfocada hacia los aspectos perversos de la analidad, como, por ejemplo, en el caso del Hombre de las Ratas. Al contrario, Dolto recalca el intercambio, el comercio, la relación con el otro, en la fase anal. Por otra parte, es importante recordar que Françoise Dolto, además de considerar las pulsiones orales, anales y genitales, toma en cuenta en su clínica otras fuentes erógenas, como por ejemplo, la actividad muscular, la digestiva y la respiratoria[40].
Dolto denuncia, pues, el hecho de que la escuela no impulsa, no solicita las pulsiones genitales. Al contrario, el esfuerzo está generalmente puesto en desarrollar una inteligencia verbal, en repetir la lección sin asimilarla, y usar de categorías como correcto/incorrecto [“vrai”/”pas vrai”], lo que Dolto califica de “inteligencia digestiva”[41].
Cita varios casos posibles (“dans certains cas”[42]), para un niño en un sistema escolar con estas características. Estos escenarios son aquellos que Dolto observó durante los largos años de la clínica:
§ Se pueden psicotizar[43].
§ Pueden también obtener buenos resultados en la escuela, pero volverse psicóticos al momento de entrar en la pubertad, pues “hacen su pubertad sobre una base pre-edípica cuando no tienen todavía siquiera una noción de su sexo”[44];
§ Se pueden volver autista;
§ Pueden llegar a “entrar en lo que se llama la demencia precoz, donde se sienten persecutados por una agresividad anal contra su propio cuerpo. Deliran respecto de alguien que les molesta sin cesar, proyectando su sexualidad sobre otro, ya que ellos mismos nunca han asumido el tener un sexo”[45].
En todos los casos señalados por Françoise Dolto, el nivel de éxito escolar (“buenas notas”) no tiene ninguna relación con lo que puede suceder al sujeto llamado niño, en el marco de una institución educativa. Afirma: “Hasta este momento, eran muy buenos alumnos y, de repente, su escolaridad cae abruptamente”[46].
¿Qué propone entonces Dolto? Insiste en la necesidad de orientar el sistema educativo hacia las actividades artísticas y explica su preferencia por una pedagogía que favorezca el conocimiento, más que el saber, el “saber mental”. Es importante detenerse sobre esta distinción muy singular en Dolto: conocimiento y saber. Señala que “el conocimiento es de orden genital y el saber, de orden oral, anal”[47]. El saber se remite a la instrucción, al material aprendido por obligación, de manera sistemática. El conocimiento está del lado de la creación, del deseo del sujeto. Para Françoise Dolto, la cultura es fundamental, pues estimula las pulsiones parciales, el placer de ver, de oír, de tocar, de jugar y de saber usar su cuerpo[48], incentivando al alumno a desarrollar pulsiones genitales, donde las categorías de correcto/incorrecto o verdadero/falso no aplican. Dolto afirma: “Lo genital no es nunca verdadero/falso: es lo afectivo que prevalece, y es siempre verdadero, en un sentido o en el otro.”[49]

3. Los apriscos
En 1985, en un libro muy extenso titulado La causa de los niños[50] que es el resultado de una encuesta colectiva sobre la situación de los niños, Françoise Dolto emite opiniones más virulentas contra el sistema educativo francés. De hecho, lo asimila a un aprisco donde duermen los borregos, acondicionados a realizar las mismas tareas todos los días, a la misma hora, sin pensamiento propio.
En primer lugar, Dolto reflexiona sobre la organización del tiempo en la institución educativa y sus implicaciones para el alumno. Critica la usual fragmentación de las materias (a las 9am, inglés, a las 10, matemáticas, a las 11, francés) que es sumamente frustrante cuando el alumno desea adentrarse en una materia y a la vez, no respeta los ritmos de cada persona. Por otra parte, considera que la regla impuesta por los establecimientos educativos, según la cual quien llega tarde, aunque tenga ganas de estudiar, no puede penetrar en el recinto, pertenece a un “nazismo disfrazado”[51]. De hecho, se opone aquí a los pedagogos: “El principio sacro-santo del mismo horario para todos y de la puntualidad también está marcado por razones turbias. El argumento de los pedagogos según el cual un niño que podría llegar a la escuela a la hora que quisiese, nunca podría subirse a tiempo a un tren o un avión, no vale. El hará la diferencia. Cuando habrá perdido un tren o un avión, tomará sus disposiciones para llegar a tiempo. En realidad, esconde el verdadero argumento: es que el profesor quiere ser, en su salón, un tipo de Amo, después de Dios, un capitán indiscutido.”[52] Dolto culpa al mal pedagogo, quien necesita una regla de puntualidad para asegurar que sus alumnos estén presentes, a pesar de que no les interesa lo que se enseña allí y recuerda que “nadie quiere perderse lo que le interesa”[53].
Y señala: “En vez de enseñar a los demás que el comportamiento de uno no debe influir sobre los demás, se educa al niño bajo el principio del gregarismo. El gregarismo no es humano; reduce el humano a un animal social.”[54] El desprecio de Dolto respecto de la escuela pública de la época es tal que afirma que “pretender volver la escuela más humana es tan utópico como querer volver la guerra más humana”[55]. Se erige contra la homogenización que califica de monstruosa, pues parte de la idea según la cual el deseo, el apetito, las ganas de aprender no pueden ser mandatarias[56]. Se opone también al espíritu de competencia, como mandato en el salón de clase, sin ofrecer otra opción a quienes no pueden lidiar con dicha dinámica.
En cambio, Dolto opta por una escuela muy diferente, una escuela “a la medida”, donde los alumnos se podrían inscribir a las materias deseadas y presentar los exámenes cuando se sientan suficientemente preparados.

Dolto, ¿precursora?

Hace veinte años, al denunciar la orientación de un sistema educativo que no defendía la “causa de los niños”, Dolto advirtió a quienes no estaban familiarizados con el campo psicoanalítico que éste presentaba posibles riesgos graves para la salud emocional de los niños. Los niños eran el único tema sobre el cual era imposible que Dolto se riera. Los niños le inspiraban el más profundo respeto y existen testimonios de analistas a quienes Dolto llamó la atención porque habían dejado escapar un tono irónico sobre tal o cual caso[57].

Si cada disciplina está bien ubicada en su lugar, surge la riqueza del diálogo. Un analista es una persona tocada por el discurso y la práctica psicoanalítica. Puede –o no- elaborar, opinar sobre el campo social, desde una posición, una mirada analítica. Es lo que hizo Françoise Dolto, sin ser militante ni reformadora. Incluso, Dolto colaboró a la creación de la escuela de la Neuville, en colaboración con Fernando Oury, quien conceptualizó la pedagogía llamada institucional en Francia[58].

Bibliografía

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J. Lacan, La famille (1938), publicado sobre el sitio de l’Ecole Lacanienne de Psychanalyse, cf. http://www.ecole-lacanienne.net/documents/1938-03-00.doc, p. 10.
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S. Freud – E. Jones Correspondance (1908-1939) PUF, 1998 [Correspondencia S. Freud-E. Jones (1908-1939), Editorial Síntesis].
S. Freud, “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”, Obras Completas XII, Amorrortu.
S. Freud, Prólogo a August Aichhorn (1925), Verwahrloste Jugend, Obras Completas XIX, Amorrortu, p. 296.
S. Freud. “El interés del psicoanálisis” (1913), Obras Completas XIII, Amorrortu, p. 192.
[1] S. Freud, “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”, Obras Completas XII, Amorrortu.
[2] Op. Cit p. 225
[3] J. Lacan, La famille (1938), publicado sobre el sitio de l’Ecole Lacanienne de Psychanalyse, cf. http://www.ecole-lacanienne.net/documents/1938-03-00.doc, p. 10.
[4] Subrayamos.
[5] Op. Cit. P. 229.
[6] Se trata de las fuerzas pulsionales.
[7] Subrayamos.
[8] S. Freud. “El interés del psicoanálisis” (1913), Obras Completas XIII, Amorrortu, p. 192.
[9] S. Freud, Prólogo a August Aichhorn (1925), Verwahrloste Jugend, Obras Completas XIX, Amorrortu, p. 296.
[10] Dicho sea de paso, frente a la multiplicación de los programas de formación de psicoanalistas, aquí en México, por tomar un ejemplo, sería de suma utilidad recordar esta posición de Freud respecto del peso de la formación personal contra la formación teórica: “La enseñanza teórica del análisis no cala lo bastante hondo, y no crea convencimiento alguno”. S. Freud, Prólogo a August Aichhorn, Verwahrloste Jugend, 1925, Obras Completas XIX, Amorrortu, p. 296.
[11] Subrayamos.
[12] S. Freud. “El interés del psicoanálisis” (1913), Obras Completas XIII, Amorrortu, p. 192.
[13] C. Millot, Freud antipédagogue, Flammarion, “Campos”, 1997. ver también M. Cifali, F. Imbert, Freud et la pédagogie, PUF, 1998.
[14] S. Freud, Prólogo a August Aichhorn (1925), Verwahrloste Jugend, Obras Completas XIX, Amorrortu, p. 296.
[15] Op. Cit. P. 297. Subrayamos.
[16] S. Freud – E. Jones Correspondance (1908-1939) PUF, 1998 [Correspondencia S. Freud-E. Jones (1908-1939), Editorial Síntesis]. La traducción es nuestra. Carta del 6 de julio de 1927.
[17] Melanie Klein, Colloque sur l’analyse des enfants [Coloquio sobre el psicoanálisis de niños], in Psychanalyse d’enfants [Psicoanálisis de niños], 1947, 2005 Edition de poche. “Incluso estoy convencida que el análisis de niños, y sobre todo de niños muy jóvenes, podrá proporcionar esclarecimientos valiosos a la teoría psicoanalítica, justo porque el análisis de niños puede ir mucho más lejos que el de los adultos y que puede, en consecuencia, iluminar algunos detalles que no aparecen en este último de manera tan clara.” p. 78-79. La traducción es nuestra.
[18] Subrayamos.
[19] Op. Cit. p. 298.
[20] EFP, Ecole Freudienne de Paris [Escuela Freudiana de París], fundada en 1964 por Jacques Lacan tras la disolución de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis. La EFP fue disuelta por J. Lacan en 1980.
[21] F. Dolto, La cause des enfants [La causa de los niños], Robert Laffont, 1985, p. 427. « Les écoles sont les bergeries des moutons de Panurge ». He aquí una alusión al personaje de la obra de Rabelais, Panurgio, quien lanzó un borrego al mar, desde un barco, con el fin de que todos saltaran al mar. La traducción es nuestra.
[22] Le Monde de l’Education, num. 48, abril de 1979.
[23] Entrevista de F. Dolto en el libro de Fernand Oury y Jacques Pain, Chronique de l’école caserne [Crónica de la escuela cuartel] , Maspero, 1972. P. 395.
[24] Francoise Dolto muere el 25 de agosto de 1988, hace exactamente veinte años.
[25] Además de su consulta privada donde acudían adultos, Dolto ejerció principalmente en cuatro instituciones donde atendía exclusivamente a niños : La Polyclinique Ney donde Jeanne Aubry la había invitado a trabajar, el Centro Claude Bernard, el Hospital Trousseau (1940-1978), el Centro Etienne Marcel (1962-1985).
[26] Que se puede traducir como « el yendo-deviniendo » del niño.
[27] A pesar de que podría parecer evidente (en el discurso), muchas prácticas sociales, entre las cuales la educación, colocan al ser humano en el lugar de una cosa, donde el deseo de la persona o su expresión no tienen lugar.
[28] Arnaud de Mezamat, Les prises de position de F. Dolto sur l’éducation scolaire, Francoise Dolto, aujourd’hui présente, Actes du colloque de l’Unesco, 14-17 janvier 1999, Gallimard.
[29] M. Mannoni, Le premier rendez-vous avec le psychanalyste, Denoel/Gonthier, 1965. Prólogo de Francoise Dolto.
[30] Op. Cit p. 38.
[31] Op.Cit p. 39.
[32] Op. Cit. p. 39. Subrayamos.
[33] Op. Cit. P 39.
[34] F. Dolto, Séminaire de psychanalyse d’enfants, t. un, Le Seuil, 1982. Séminaire de psychanalyse d'enfants, tomes 1, 2, 3 – Le Seuil, 1982, 1985, 1988 / Points Seuil, 1988 (El tomo tres es publicado bajo el título « Inconscient et destin ») / Los tres tomos son reunidos en la editorial Points Seuil, 1991.
[35] J-F. de Sauverzac, Francoise Dolto, Itinéraire d’une psychanalyste, Essai, Aubier 1993.
[36] Op. Cit. p. 322. La traducción es nuestra.
[37] Subrayamos.
[38] Término difícil de traducir, que se acercaría a “modo de amar absorbente”. Op. Cit. p. 146. La traducción es nuestra.
[39] De hecho, Dolto imputa la etiología de las psicosis infantiles a la oralidad, más que a la analidad.
[40] J-F. de Sauverzac, Francoise Dolto, Itinéraire d’une psychanalyste, Essai, Aubier 1993. p. 146.
[41] F. Dolto, Séminaire de psychanalyse d’enfants, t. un, Le Seuil, 1982. p. 88. Dolto volverá sobre esta cuestión en 1986, en Tout est langage [Todo es lenguaje]: “La escuela primaria es algo digestivo. Por desgracia, porque a partir de la edad de siete, ocho años, ya podría ser genital, es decir un encuentro de dos mentes que diera fruto. Y no es lo mismo que tragar y devolver una tarea, vomitada o defecada, y bien subrayada en rojo, verde, con todo lo que se requiere para que el profesor esté contento, como uno hace una bella caca para la mamá cuando niño.” P. 32
[42] “En ciertos casos”. Traducción nuestra. Nota importante, pues no se trata de establecer ninguna regla general a partir de estas observaciones, sino de señalar una posibilidad para ciertos niños.
[43] « C’est dangereux pour certains qui peuvent devenir psychotiques. » [« Es peligroso para algunos, pues pueden volverse psicóticos]. La traducción es nuestra. Op. Cit. P. 88.
[44] Op. Cit. p. 88.
[45] Op. Cit. p. 88.
[46] Op. Cit. p. 88.
[47] F. Dolto, Tout est langage [Todo es lenguaje], 1986, Gallimard 1994, Collection Folio. P. 33. La traducción es nuestra.
[48] Dolto declara que el lograr la habilidad con el cuerpo es mucho más necesario que la escolaridad: “les impide volverse cabezas sin cuerpos”. Op. Cit. p. 89.
[49] Op. Cit. p. 89.
[50] F. Dolto, La cause des enfants, R. Laffont, 1985, Le livre de poche, 1987.
[51] Op. Cit. p. 312.
[52] Op. Cit. p. 313.
[53] Op. Cit. p. 313.
[54] Op. Cit. p. 312.
[55] Op. Cit. p. 315.
[56] « La curiosité, comme l’appétit, ça ne se commande pas ». p. 319. [La curiosidad, al igual que el apetito, no se pueden mandar »] La traducción es nuestra.
[57] J-F. de Sauverzac, Francoise Dolto, Itinéraire d’une psychanalyste, Essai, Aubier 1993. p. 392.
[58] http://www.ecole-de-la-neuville.asso.fr/pages/histoire.html

Un caballito de batalla llamado goce (2004)

"Un caballito de batalla llamado goce"

Mélanie Berthaud

Julio de 2004, Acheronta

Existe en la naturaleza y subsiste en el hombre un movimiento que siempre
excede los límites y que nunca puede ser reducido sino parcialmente. De este
movimiento no podemos generalmente dar cuenta. Es incluso por definición aquello
de lo que nada dará cuenta jamás.1 (Georges Bataille, L’Erotisme)

Es el verso más célebre en la Antigüedad de los que pronuncia Medea
(Eurípides, Medea, 1079): "Comprendo qué crímenes voy a cometer. Pero mi thymos
(mi vitalidad, mi deseo), es más fuerte que mis bouleumata (las cosas que
quiero)". Si euthymia es el secreto de la felicidad, dysthimia es la fuente de
la locura. Medea ve lo que va a hacer: ve que la ola del deseo invade su
pensamiento y va a llevárselo todo. Medea asiste impotente al torrente que no
logra contener en ella y que va a arrastrarla hasta la acción.(Pascal Quignard,
Le Sexe et l’Effroi, 1994)

Mi madre se quitó frente a mí su camisa y su pantalón. Se acostó
desnuda. Yo estaba desnudo y me tendí junto a ella.(Georges Bataille, Ma mère)
2



«El malestar es a menudo el secreto de los más grandes placeres», afirma Georges Bataille (1897-1962) en Historia del Ojo, al describir la sensación que le provoca ser testigo de la mutilación y la muerte del diestro Manuel Granero en una plaza de toros madrileña. Se sabe por el propio escritor que Historia del Ojo es producto, entre otras cosas, de un corto análisis con Adrien Borel, miembro fundador de la Société Psychanalytique de Paris (SPP) . 3

Elizabeth Roudinesco, en su libro sobre Lacan,4 analiza el lugar que ocupó Borel para el escritor: "En el primer encuentro, Borel dio a Bataille una fotografía de Louis Carpeaux, tomada en abril de 1905 y reproducida en el Tratado de Psicología de Georges Dumas. Mostraba el suplicio de un chino condenado por el emperador a ser despedazado en mil trozos por el homicidio de un príncipe. Dumas había presenciado la escena junto con Carpeaux y la había comentado subrayando que la actitud del supliciado era semejante a la de los místicos en el éxtasis. (..) El espectáculo era terrorífico: con sus cabellos hirsutos, su mirada espantosamente dulce y su cuerpo despedazado, el hombre se asemejaba, curiosamente, a una de esas vírgenes de Bernini 5 transfiguradas por la incandescencia de una visita divina. El descubrimiento de esa imagen jugó un papel decisivo en la vida de Bataille: «Lo que veía de repente era la identidad entre estos perfectos contrarios que oponen el éxtasis divino a un terror extremo»." 6

La existencia en el ser humano de una tensión —inexplicable desde la primacía de la Razón— entre el terror (o el dolor) y el placer, que incluso puede culminar en éxtasis, constituye en sí misma una crítica a la filosofía racionalista y kantiana, desde Descartes hasta Hegel. ¿Cómo dar cuenta de estas aparentes contradicciones humanas desde la lente de la Filosofía de las Luces? 7 ¿Cómo explicar el placer que provoca desafiar las leyes, o una moral, desde la teoría del bien común? Imposible. El psicoanálisis surge en parte de la constatación de esta aporía.

A nivel social, la ligazón del placer y del dolor puede articularse de diversas maneras: un ejemplo es el sadismo —esa "forma de manifestación de la pulsión sexual que busca hacer sufrir a otro un dolor físico o, al menos, hacerle sufrir una dominación o una humillación"—, 8 que se manifiesta en varias esferas.9
El Hombre de las Ratas no versa de otra cosa: "En los momentos más importantes, mientras estaba narrando su historia, su rostro adquiría una expresión extraña y compleja. Sólo podía interpretarla como una expresión de horror ante su propio placer, del cual él mismo no era consciente". 10

Más compleja es la relación que mantienen dolor y placer en un plano individual. El filósofo esloveno Slavoj Zizek describe una foto de la época de las redadas y matanzas antisemitas del nazismo: "(...) muestra a un aterrorizado muchacho judío rodeado por un grupo de alemanes. El grupo es en extremo interesante, pues las expresiones de sus miembros muestran la escala completa de reacciones posibles: uno de ellos «goza» de una manera inmediata, estúpida; otro está claramente asustado (tal vez tiene la premonición de que él puede ser el próximo); la fingida indiferencia del tercero oculta una curiosidad que se acaba de despertar, y así sucesivamente, hasta la expresión única de un hombre joven que se siente obviamente molesto, incluso disgustado por toda la situación, incapaz de entregarse sin reservas a ella, aunque al mismo tiempo fascinado, gozando con una intensidad que supera de lejos la estupidez del placer inmediato." 11

Resaltamos lo referente al tercer personaje en virtud de que su descripción permite diferenciar el placer (estúpido e) inmediato y el goce (intenso, fascinante, peligroso). ¿Qué distinción existe, desde la vivencia psíquica, entre placer y goce, entre deseo y goce? Para responder a estas preguntas, abramos la puerta de la Ciudad a un caballo troyano creado por Georges Bataille, el cual ofrece, mediante su novela Mi madre, un testimonio ejemplar de la lucha entre placer y goce. Y justamente, ¿quién mejor que "la madre" para asumir tal misión de introducir al goce?

La novela de Georges Bataille es póstuma; 12 fue publicada cuatro años después de la muerte del autor. Originalmente Bataille había planeado escribir cuatro textos sobre temas afines. El conjunto debía incluir Madame Edwarda, Divinus Deus, Mi madre y Paradoja sobre el erotismo. Sólo Madame Edwarda fue publicado mientras vivía. Mi madre estaba por enviarse a impresión cuando murió Bataille. Quizá el contenido altamente autobiográfico de la obra y su posible impacto hayan frenado a Bataille —o a su familia y sus amigos— en el proceso de publicar el texto: las referencias a la enfermedad, la figura de un padre débil 13 y de una madre melancólica, el alcohol, los prostíbulos, eran elementos característicos de la vida del escritor que se plasman de nuevo en Mi madre.

El objetivo del presente trabajo es abordar esta novela transgresora "en frío" —es decir, sin realizar un merecido análisis literario de la monumental escritura de Bataille, que dejaríamos para otro momento—, y hacerlo desde una lectura psicoanalítica. A partir de esta perspectiva se pretende entender el sufrimiento narrado en primera persona por Pierre, el personaje principal.

En el lecho de muerte

A punto de morir 14 Pierre sufre una alucinación auditiva y la voz de su madre lo lleva a recordar su vida con ella. Aparecen varias piezas y momentos que nos serán muy valiosos cuando se trate de analizar desde más cerca la problemática del personaje. Pierre se califica de "puerco" y de "basura" al recordar su pasado. ¿De dónde proviene este asco que ni la proximidad de la muerte puede apaciguar?

1) Por razones de salud hasta los catorce años Pierre vive con su abuela en el campo. Su madre pasa temporadas con ellos. Poco se dice sobre este período.

2) A los dieciséis años, en 1906, el adolescente regresa a París, a residir con sus progenitores. Viven en un medio acomodado. Es entonces que el joven se percata del alcoholismo de su padre. El odio al padre crece mientras la adoración hacia su madre —percibida como triste, dulce y melancólica— no tiene límites.15 Cuando el padre está de viaje Pierre se regocija y el sentimiento que la madre expresa parece recíproco. El padre es un intruso. 16 La madre le promete al hijo adulador llevarlo a un buen restaurante, aludiendo al hecho de que ella se sigue viendo joven y, por lo tanto, la gente creerá que son amantes. En ausencia del padre, la madre de Pierre desaparece en las noches y bebe. Pierre se queda estudiando solo en casa. Comprensivo, pone las salidas de su madre a cuenta de la necesidad de liberarse momentáneamente del padre. Sin embargo nota un cambio progresivo en su madre.17

3) 1906. Pierre tiene 16 años cuando muere su padre. Este acontecimiento lo llena de un sentimiento de alegría que difícilmente logra esconder. La madre lo sabe y le dice: "Si hablas con Robert o Marthe, 18 no olvides que, en principio, estás agobiado de dolor. De acuerdo con la buena gente que está a nuestro servicio deberíamos estar hechos un mar de lágrimas. No tienes por qué llorar, pero baja los ojos." 19 Después del velatorio Pierre cena con su madre en un hotel. Ella se embriaga. Cuando Pierre trata de consolarla su madre descubre una nueva faceta. Le dice "Soy peor que él." Todo el edificio se derrumba para Pierre. ¿Cómo puede su madre ser peor que su difunto padre?20 La confesión de la madre consterna a Pierre. La imagen de la madre santa, dulce, frágil, se opone violentamente al nuevo discurso materno.21 En una crisis de desesperación el hijo se deja caer en el piso de su cuarto de hotel pidiendo ayuda a Dios.22

4) Esa noche la madre entra al cuarto del hijo y tropieza con el cuerpo de Pierre. Madre e hijo se abrazan, cae la camisa de la madre.

"Teníamos miedo y llorábamos. Nos cubrimos de besos. Su camisa se había deslizado tanto de sus hombros que, entre mis brazos, cerraba su cuerpo semidesnudo." 23

El abrazo fatídico dejará en la mente de Pierre una huella imborrable:
"Había creído que la muerte de mi padre me devolvería la vida, pero ese espejismo de vida me hacía temblar dentro de mi traje de luto. No había en mí sino un desorden fulgurante, frente al cual todo lo demás me resultaba indiferente. En lo profundo de mi asco, me sentí semejante a DIOS. ¿Qué otra cosa tenía yo que hacer, en este mundo muerto, sino olvidar la luz que me había cegado cuando mi madre estaba entre mis brazos? Pero ya lo sabía: jamás podría olvidar." 24
En este punto de la obra Bataille podría proseguir con una novela acerca del incesto entre un hijo y una madre. No lo hace. Va mucho más allá.

La ceguera
("la luz que me había cegado cuandomi madre estaba entre mis brazos")

En primer término, el golpe frontal que Pierre recibe con el descubrimiento del nuevo rostro de su madre nos parece más violento que el mismo acto sexual con el cual culmina la novela. La mirada es un tema clave en la obra de Bataille. Pierre ve a su madre como una persona irreprochable, como un modelo. Para él, hasta la confesión de ella, su madre ha vivido como víctima de su padre.

Pierre no ha visto a los hombres que visitaban a su madre, no los ha querido ver. La belleza despampanante de su madre, su dulzura, su voz melancólica, bastaron para ofrecer una imagen que se hizo mito en el hijo.
La mirada de Pierre es selectiva. Su fascinación por la belleza y la dulzura de la madre no le permite advertir la falsedad de sus palabras ni entender los silencios que se dan en las cenas familiares.25 Su pulsión, fuerza constante o drang, 26 está tan claramente atrapada en lo especular que es capaz de disociar la imagen de su madre, objeto de su deseo, de la persona de su madre.

"Yo podía contentar con otra mujer, de modo indiferente, el deseo que a cada paso me congestionaba cuando veía a mi madre. Pero yo no deseaba a mi madre ni ella me deseaba." 27
"No deseo volver a ver a mi madre y, tampoco, recordar con insidia su impalpable imagen que, de pronto, me obliga a gemir." 28

La huella del goce

Al desaparecer el marido se crea para la madre un vacío. Pronto se quita la máscara y se coloca frente a su hijo en el lugar de quien lo inicia, pervirtiéndolo y sorprendiéndolo constantemente.

Ella busca romper, destruir y aniquilar la imagen santificada que sostiene desde hace años ante su hijo: le revela que ama a las mujeres y que es alcohólica. ¿Por qué? Porque esta madre, esta mujer, para sobrevivir, requiere de un perverso. 29 ¿Cómo llegar a lograr su fin si frente a ella tiene un hombre paralizado (su hijo) que la adula ciegamente? El mismo Pierre, a posteriori, lo analiza:

"Ella jamás amó a un hombre. A mi jamás me quiso en el sentido en que Hansi me amó, y no tuvo en su vida sino un deseo violento: el de deslumbrarme y perderme en el escándalo en que ella se quería perder (…) Lo que amó siempre era fruto de sus entrañas." 30

La madre es una iniciadora y busca reproducir en el otro sus propias sensaciones mediante un juego especular sin fin. ¿Pero es realmente una madre?

Pierre no habla de su primera infancia. Sin embargo se sabe que ha vivido con sus abuelos hasta los catorce años "en una aldea" donde su madre los visitaba de vez en cuando. Usando como pretexto la enfermedad del niño la madre lo habría enviado con sus abuelos al campo. ¿Rehusando así cumplir una función materna? No totalmente, como se verá.

Recordemos que, en la teoría lacaniana, la función materna consta de dos tiempos: primero, abrochar una palabra-significante en la carne del pequeño, 31 para después abrir el camino a la metáfora paterna en la historia propia del hijo/hija. En ese sentido, la madre habría cumplido —sin duda inconscientemente— la primera parte de la función materna. En el caso de Pierre sí hubo una inscripción, nefasta.
¿Cuál fue la palabra-significante de la madre que constituyó su psiquismo? Si bien esta palabra está perdi da para siempre, en Pierre como en cualquier hijo, veamos qué le dice su madre (en un momento de pesada embriaguez):
—¡Te vuelvo loco!
—Sí, tengo miedo. ¡Háblame de tu vida en los bosques!
—No. Mi vida no es sino basura. Tú tienes razón: tu padre me ha vencido.
—¡Nunca! —grité— ¡Mírame! ¡Mírame! ¿Ves? No soy sino el hijo de la fiesta de los bosques.
—¿El hijo libidinoso?— preguntó.
—Tú bien lo sabes. ¡El hijo libidinoso! 32
Pierre es "el hijo de la fiesta del bosque". El hijo de una mujer entregada al placer sin límite desde la adolescencia. "El hijo libidinoso." Pareciera que la palabra encarnada en Pierre, la Cosa en Sí, pudo haber sido "¡Goza!".
Por otra parte, el conflicto entre la madre-loba y el padre violador ("Tu padre me ha vencido") se constituye más claramente como una razón por la cual ella no habría permitido que él cumpla un papel simbólico para Pierre.

La madre iniciadora

La madre hace de Pierre un testigo de la escena originaria a fin de reactivar esta palabra-significante. Así, ella inicia a Pierre, es decir, "lo instruye en cosas abstractas de alta enseñanza". 33

¿Cómo entender de otra manera sus intenciones cuando, perversamente, revela a Pierre que él es el fruto de una violación? Pierre sería un Eros moderno, el producto de la violación ejercida por Penia, representante de la falta, sobre Poros, símbolo de la abundancia.34

"—Yo andaba sola en los bosques. Yo estaba sola. (…) Tu padre me encontró entre los árboles. Yo estaba desnuda y creía que, junto con mi caballo, éramos las bestias de los bosques (…) Soñaba en muchachas o en faunos, que no ignoraba que me pervertirían. Tu padre me pervirtió. (…) ¡Me violó!" 35

Esa iniciación se basa también en la voluntad de la madre de iniciar, ahora en el sentido de "comenzar", de "disparar", de "principiar" en su hijo su propio goce. La madre no puede guardar secreto este saber que ha adquirido:
"—Me gustaría hablarte ahora. No estoy segura de poder ayudarte, pero más vale que te haga descender más bajo y no te abandone a la soledad en la que temo que te encierres. (…) Ahora tal vez sepas que el deseo nos vuelve inconscientes. Pero todavía no sabes lo que yo sé…
—Quisiera saber lo que tú sabes…
—No, Pierre —me dijo—, yo no debo enseñarte. Pero si tú supieras, me perdonarías…" 36

Y más adelante:
"-¿Comprendiste? —reanudó mi madre—. El placer comienza cuando el gusano está en el fruto. Sólo es deleitable nuestra felicidad cuando se carga de veneno. Lo demás es niñería. Perdona que te atropelle. Todo esto pudiste aprenderlo lentamente…" 37

En resumen, el saber que la madre goza al compartirlo con su hijo Pierre es un saber sobre el propio goce y sobre la muerte. Ella misma habla de "ceder a todos mis deseos", "así tenga que morir".38.

La dimensión mortal reside justamente en que el saber transmitido no se puede disociar de la propia persona de la madre: planea para Pierre una iniciación sexual de la cual ella misma es parte.

Todo empieza con fotos pornográficas. Al día siguiente de la muerte del padre, ella le exige a Pierre que ordene la oficina del difunto, llena de libros y papeles. A último momento pretexta que tiene una cita y lo deja solo. El narrador se percata demasiado tarde de que se le tendió una "trampa infernal". 39 Entra de nuevo en acción el órgano del ojo.

En medio de los papeles se encuentran fotografías "obscenas" que disparan en Pierre una excitación terrorífica, porque sabe que está respondiendo a las incitaciones directas de su madre y a su deseo.
Esta iniciación sexual continúa con la instrumentación que la madre de Pierre hace de sus propias amantes, empezando por Rea. Al compartir a Rea con su hijo se establece un vínculo cada vez más estrecho entre ambos.40 Notemos que, a partir de la entrega de Rea a Pierre, Bataille otorga (finalmente) un nombre a la madre de Pierre. Ella es Hélène. ¿Indicará esto que en el imaginario de Pierre/Bataille, esa madre se acerca cada vez más a la figura de una "simple" mujer?

"—Rea: te lo regalo. Hijo: te regalo a Rea." 41
¿Por qué entrega Hélène dos de sus mujeres a su hijo? Réa y Hansi son para la madre de Pierre dos peones en un complejo juego de erotismo cuyo objetivo es empujar los límites lo más lejos posible. En ese sentido, Hélène lleva a cabo un proyecto libertino, como si el objeto que quisiera conquistar fuese cualquier otro y no su propio hijo. 42

Además de ser libertina, la madre explaya características sádicas que nos remiten al universo del marqués:43 el relato de su vida salvaje en el bosque recuerda escenas de Justine o los infortunios de la virtud; asimismo, su negación de todo comercio sexual con el padre de Pierre desde los dieciséis años se puede interpretar como la voluntad de mantener un lugar dominante en una relación de pareja basada en la necesidad no colmada del otro. Es importante observar aquí que Hélène no ama otra cosa que el placer, y lo dice. Quienes sí le proveen placer son las mujeres. 44

¿En qué reside el sufrimiento de Pierre? ¿En el hecho de que está consciente de los planes de su madre sin poder resistirlos a causa de su veneración? O, en un plano mucho menos racional, ¿a causa de la fuerza que el goce inscripto en su cuerpo, en lo Real, ejerce sobre él? Pierre no puede frenar esa sensación, esa turbación tan profunda y tan poco racional que lo arrasa. Como ya lo hemos comentado, existe una fuerza desconocida que lo obliga a cumplir con todas las exigencias eróticas de su madre.

Pierre y su madre Hélène están inmersos en una espiral de goce, atrapados en una cárcel cuyo funcionamiento consiste en llevar a sus reos hacia el camino del exceso intolerable de placer en el cuerpo y desde el cuerpo. Se trata de una espiral porque no hay nada suficientemente poderoso para interrumpir la repetición de esa búsqueda de dolor mezclado de terror que es el goce, "un principio que está más allá, (…) que orienta un retorno incesante de excitaciones indomeñables, una fuerza constante que desequilibra". 45

Si la problemática de la madre tratara de deseo, habría quizás posibilidad de colmarlo, al estar éste vinculado con un "otro". Tal es justamente lo que no es. Recordemos esta frase que pronuncia la madre de Pierre, extremadamente lúcida: "Sólo te he amado a ti, pero lo que amo en ti, no te equivoques, no eres tú. Creo que no amo sino el amor, sólo la angustia de amar que únicamente sentí en los bosques." 46 Aquí se habla de "sentir", de "angustia", y el otro al que uno puede amar brilla por su ausencia, porque no hay lugar para ese otro ("lo que amo en ti, no eres tú"). La angustia es justamente lo que provoca la tensión entre el deseo, producto del abrochamiento de la palabra en el cuerpo, que prohíbe el goce, y el goce puro del cuerpo.47

Leamos el análisis que hace Pierre respecto del plan de su madre de acostarlo con Rea:
"El sistema que había construido y en el que me refugiaba, se caía. (…) De antemano sabía que iba a obedecer. (…) Ir a donde mi madre me conducía, beber con ella mi vaso, beberlo, tan pronto como ella quisiera, hasta las heces… ¿No debía advertir que era el anuncio de todo aquello que respondía perfectamente a mi deseo de ir hacia el mayor peligro, hacia lo que me diera el mayor vértigo? Y si acaso mi madre me sedujo, ¿no fue tal vez debido a que su aparente dignidad volvió infernales sus perversiones? Y, así como mi madre oscilaba de la vergüenza al prestigio, de la galantería a la gravedad —en un cambio perpetuo— mis pensamientos se desordenaron…" 48

Su madre lo ha obligado a ver. Si antes se refugiaba en un "sistema" constituido por palabras suaves y falsas que lo sostenían en su deseo de no ver, al destruir voluntariamente la madre ese frágil edificio, Pierre se deja guiar hacia el "vértigo".

La madre de Pierre antes de ser madre es mujer, en el sentido de que rechaza a toda costa la falta. En efecto, ella obliga a su hijo a verla tal como es sin dejar de lado el pedido de amor incondicional. Le exige que la siga venerando:

"Ya te lo he dicho: no te repondrás huyendo. Ante todo debes comenzar por no huir de mí. Bien sé que no has dejado de respetarme profundamente, pero no voy a admitir que no sé qué locura nos aparte. Tengo que pedirte que me respetes exactamente igual que antes. Debes permanecer siendo el mismo hijo sumiso de aquélla cuya indignidad conoces." 49

Acto sexual y muerte

Pierre no es la víctima de su madre. Ambos escogen jugar este juego que consiste en resistir al acto sexual. En esa resistencia descubren un paraíso vertiginoso. Este punto es fundamental para entender la sexualidad que une a Pierre y su madre.

"Es verdad que, por lo menos en dos ocasiones, dejamos que el delirio nos uniera más profundamente, de un modo inexcusable, que si hubiera habido unión carnal. Mi madre y yo estuvimos conscientes de ello e, inclusive en el esfuerzo inhumano que de mutuo acuerdo tuvimos que hacer para evitar lo peor, descubrimos riendo el desvío que nos permitió ir más lejos y alcanzar lo inaccesible." 50

Finalmente, el acto sexual en sí significará por una parte el fin de la relación entre Pierre y su madre... y por otra la muerte. ¿Por qué se mata la madre de Pierre? Se suicida porque descubre justamente que no se puede lograr el deseo puro, el goce originario, sino a través de la muerte, donde el cuerpo goza de sí mismo de modo último. Hélène se percata de que "la pulsión no se satisface; se repite". 51

"Mi madre se mató el día que comprendió que, por último, tendría que ceder, tendría que echar a perder, en el sudor de las sábanas, lo que me había elevado hacia ella, y lo que la había elevado hacia mí. ¿Podría afirmar que este amor fue incestuoso? La loca sensualidad en la que nos deslizábamos, ¿no era impersonal? ¿No era semejante a aquella tan violenta que mi madre conoció cuando vivía desnuda en los bosques y la violó mi padre? 52(…) Puedo decirme a mí mismo que maté a mi padre y que, tal vez, mi madre murió por haberse abandonado a la ternura del beso que le di en la boca. 53

Una historia de los cuerpos, es decir, del goce

Así, la novela Mi madre de Georges Bataille no trata de una pasión imposible entre un hijo y su madre sino de una historia de los cuerpos, y por lo tanto del goce. Pero nos quedamos con una pregunta pendiente: ¿por qué no se mata Pierre también? A diferencia de Edipo, nunca se arranca los ojos. Si bien es cierto que Pierre sabe desde el principio quién es su madre, cabe la pregunta: ¿por qué aquel beso fatal no lo afecta de igual manera que a ella?

Adelantamos la siguiente hipótesis, que quisiéramos desarrollar en otros tiempos y espacios: en Dios y en la escritura Pierre encuentra mecanismos de simbolización que le permiten sobrevivir.
En primer lugar, es preciso observar que los epígrafes con los cuales Bataille introduce los capítulos de Mi madre describen un mundo terrorífico, que remite al abismo y a la muerte. Sin embargo, notamos que este universo está siempre vinculado con lo divino.54 Lo "ominoso" 55 y lo divino se unen. Se ha hablado de la provocadora presencia divina en la obra de Bataille, quien, recordémoslo, se habría convertido al catolicismo a fin de desafiar a un padre ateo para después dejarle a Dios un lugar clave en su obra, aún para transgredirlo. 56

Pierre hace un intento (exitoso) para ligar lo Real del Cuerpo que lo anonada con un significante que lo obsesiona a lo largo de la obra: Dios. "Dios padre", que el narrador ubica muy cerca de su madre, sustituye de cierta manera a un padre real ausente y destruido. Cada vez que lo paraliza el terror de su deseo, Pierre acude a Dios.

"Para mí el lenguaje tierno —y siempre trágico— de mi madre, era el único a la medida de un drama, de un misterio, que no era ni menos pesado ni menos ciego que Dios mismo. Creía que la impureza monstruosa de mi madre, así como la mía, igualmente repugnante, gritaban al cielo y eran semejantes a Dios. Semejantes puesto que sólo las perfectas tinieblas son semejantes a Dios, y recordaba la frase de La Rochefoucauld: «ni el sol ni la muerte pueden verse fijamente» (…) A mis ojos la muerte no era menos divina que el sol, y mi madre, en sus crímenes, estaba más próxima a Dios que nada de lo que yo había visto por la ventana de la Iglesia." 57
Por grotesco o provocador que pueda parecer, al intentar nombrar este goce insoportable Pierre se salva. "Dios en mi es el horror de lo que fue, es y será", es la frase que describe justamente la "extimidad " del goce, ese "Otro exterior interiorizado, (que) debe ser cuidadosamente exiliado". 58

En segundo término, la escritura en sí es un proceso que permite "nombrar" y hacer una lectura que trasciende la existencia. 59 Siendo el narrador un escritor, detrás del cual se esconde Bataille, opinamos que Pierre no habría sobrevivido sin la escritura, y tampoco Bataille. La novela está relatada en primera persona y menciona explícitamente la presencia del libro:
"Mi madre siempre tiene en mi corazón el lugar que indica mi libro." 60

Pierre/Bataille había siempre negado los hechos en vida.61 Sin embargo, antes de morir, Pierre regresa por escrito sobre el violento amor que tuvo hacia su madre, en un ardiente y oscuro relato que no deja de ser una eterna petición de reconocimiento y amor hacia la madre, hacia Dios.

Notas
1 "Il y a dans la nature et il subsiste dans l'homme un mouvement qui toujours excède les limites, et qui jamais ne peut être réduit que partiellement. De ce mouvement nous ne pouvons généralement rendre compte. Il est même par définition ce dont jamais rien ne rendra compte." (Georges Bataille, L'Erotisme, 1957.) La traducción es mía.
2 Georges Bataille, Ma mère (1966), París, Éditions 10/18 (Mi madre, México, Editorial Coyoacán, 1997).
3 En una entrevista con Madeleine Chapsal, citada en la página 170 del libro de Elizabeth Roudinesco Jacques Lacan, Esquisse d’une vie, histoire d’un système de pensée (Jacques Lacan, Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento), Bataille afirma: "El primer libro que escribí, sólo lo pude escribir ya psicoanalizado; si, al salir. Y creo poder decir que es sólo liberado de esta manera que lo logré escribir." Las traducciones de la obra de Roudinesco son mías.
4 Roudinesco, Elizabeth, Jacques Lacan, Esquisse d’une vie, histoire d’un système de pensée, París, Fayard, 1993.
5 Gian Lorenzo Bernini, también llamado Caballero de Bernini, escultor, arquitecto y pintor italiano (1598-1680), destacado representante del arte barroco, autor de Santa Teresa en Éxtasis, expuesta en la Capilla Cornaro de Santa Maria de la Victoria.
6 Roudinesco, p. 170.
7 La pregunta no es nueva. Es la que se hacía el marqués de Sade desde el mismísimo Siglo de las Luces. Justamente porque este cuestionamiento no debía de hacerse, so pena de destruir el edificio de la Razón, Sade estuvo encarcelado durante diez años en La Bastilla.
8 Chemama Roland, Diccionario del psicoanálisis, Diccionario actual de los significantes, conceptos y matemas del psicoanálisis, Amorrortu Editores, p. 395.
9 Desde los horrores de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, con la difusión de imágenes de las torturas infligidas por soldados estadounidenses en Irak sobre presos iraquíes. Cabe preguntarnos si la difusión de esas fotos cumple con un propósito de alertar a la opinión pública internacional o si, por el contrario, sólo aporta más agua al molino de un perverso "goce" colectivo…
10 Freud, Sigmund, A propósito de un caso de neurosis obsesiva (1909), Obras Completas, Vol. 10, Amorrortu Editores.
11 Zizek, Slavoj (2003) Las metástasis del goce, Seis ensayos sobre la mujer y la causalidad, p. 12, Paidós. Las cursivas son mías.
12 Apareció en 1966.
13 La ceguera del padre de Bataille es conocida. Aquí, en Mi madre, hablaríamos más bien de ceguera psicológica.
14 Se ignora la edad del narrador al principio de la novela, pero se sabe que Bataille murió enfermo a los sesenta y cinco años, es decir, a una edad no muy avanzada.
15 "Mi madre me amaba: creía que entre ella y yo había identidad de pensamientos y sentimientos. Identidad que sólo turbaba la presencia del intruso: mi padre. Ciertamente, me dolían las salidas constantes de mi madre, pero, ¿cómo no habría ella intentado, por todos los medios, escapar del ser aborrecido?" (p. 17)
16 "Yo estaba tan contento de que se hubiera ido mi padre que, a la hora de la cena, me atreví a decirle a mi madre cuánta alegría sentía por estar con ella a solas. Para mi sorpresa, parecía estar encantada y bromeó más locamente que nunca." (p. 19)
17 "Hasta entonces no había advertido que bebía... (...) Mi madre, antes tan grave, y que al verla me hacía sentir la angustia de una noche de tormenta, de pronto se transformaba: parecía una joven vaporosa. Y sabía que era bella, porque desde hacía mucho que todo el mundo lo decía, pero nunca le había visto igual coquetería provocante. A sus treinta y dos años, la elegancia y la perfección que advertía en ella, me trastornaban." (p.19)
18 Ama de llaves y mayordomo del domicilio familiar.
19 Bataille, p. 20
20 "Lloró y las lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Mamá —grité— ¿no es mejor para él? ¿No es lo mejor para ti?
—¡Cállate! —dijo secamente.
Frente a mí se volvía mi enemiga, como si en ella hablara el odio. Reanudé, balbuciendo:
—Mamá, tú sabes que, de cualquier manera, es lo mejor para él.
Bebía aprisa. Tuvo una sonrisa ininteligible. Dijo: Yo le hacía la vida abominable.
Apenas comprendía y protesté:
— Ya murió y nosotros no debemos decir nada de él, pero tu vida no era fácil.
— ¿Tú qué sabes?
No dejaba de sonreír. Ya no me veía.
Tú no sabes nada de mi vida. (...)
Eres demasiado joven —dijo—, y no debería decírtelo, pero algún día te preguntarás si tu madre es digna del respeto que le manifiestas. Ahora que tu padre ha muerto, estoy cansada de mentir: ¡Yo soy peor que él!" (p. 22)
21 "—Pierre, sólo tú tienes por tu madre un respeto que no merece. Los hombres que un día encontraste en la sala, esos presumidos, ¿qué piensas que eran?.
No respondí. No había notado nada.
—Tu padre sí lo sabía. Tu padre estaba de acuerdo. Cuando tú no estabas, esos idiotas no respetaban a tu madre…¡Mírala!" (p. 23)
22 "De pie, me dirigí a ese Dios que en mi corazón me desgarraba y que, ese corazón, al trizarse, no podía contener. En mi angustia, creí que me invadía el vacío. Yo era demasiado pequeño, demasiado vulnerable. No tenía la estatura del horror que me postraba. Escuché caer la tormenta. Me dejé caer sobre la alfombra. Boca abajo, me vino la idea de abrir los brazos en cruz, en la actitud del suplicante."
23 Ídem.
24 Ídem p. 26.
25 "Comíamos en silencio: a veces mi padre comenzaba una enredada historia, que yo apenas seguía y que mi madre escuchaba sin decir palabra. Mi padre no terminaba y enmudecía." (p. 16).
26 "Pulsión, concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático", dice Freud (1915) en Pulsiones y sus destinos (p. 117), Obras Completas, Amorrortu, antes citadas.
27 p. 91
28 p. 92
29 Cf Assoun, Paul-Laurent, Le pervers et la femme, (El perverso y la mujer), París, Anthropos, 1996.
30 p. 90.
31 "Carne insignificante antes de ser invadida por el decir; engendro imprevisible, ineducable, aterrorizante en su sólo existir bajo la única tutela del instinto de vida. Ese real sobrevendrá realidad únicamente si es hospedado, invadido, usurpado, violado por el lenguaje." (Mirta Bicecci, p. 276, El cuerpo y el lenguaje, en La re-flexión de los conceptos de Freud en la obra de Lacan, volumen a cargo de Néstor Braumstein, Coloquios de la fundación 3, Siglo XXI, México.
32 Las negritas son mías.
33 Nuevo Espasa Ilustrado 2003.
34 "Cuando el nacimiento de Venus hubo entre los dioses un gran festín en el que se encontraba, entre otros, Poros (La Abundancia), hijo de Metis (La Prudencia). Después de la comida, Penia (La Pobreza) se puso en la puerta, para mendigar algunos desperdicios. En ese momento, Poros, embriagado con el néctar (porque aun no se hacía uso del vino), salió de la sala y entró al jardín de Júpiter, donde el sueño no tardó en cerrar sus cargados ojos. Entonces Penia, estrechada por su estado de penuria, se propuso tener un hijo de Poros. Fue a acostarse con él y se hizo madre del amor. Por esta razón el amor se hizo compañero y servidor de Venus, porque fue concebido el mismo día en que ella nació." (Platón, El Banquete, en Diálogos, p. 172, Buenos Aires, Argonauta, 1944).
35 Pp. 71-72.
36 Bataille, p. 38.
37 Bataille. P. 64
38 "—Madre, quiero saber lo que tú quieres. Quiero conocerlo y amarlo.
—Lo que yo quiero —me dijo mi madre— es, así tenga que morir, ceder a todos mis deseos.
—Madre, ¿los más insensatos?
—Si, hijo mío, los más insensatos." (p. 60).
39 P. 31.
40 "—Esta noche saldremos con Rea. No iré de luto y tú te pondrás tu traje más elegante. Olvidaba: Rea es muy amiga mía. Es adorable. Bailarina profesional y la muchacha más loca del mundo. Regresaré con ella a las cinco de la mañana. Ustedes se conocerán, si quieres. (p. 34)
41 p. 62.
42 "El libertinaje implica un proyecto mediante el cual un libertino logra la conquista del objeto al que ha dirigido la mirada; el acento puesto aquí en la palabra «conquista» nos hace ver ya que se trata de un procedimiento emparentado con lo militar; y en efecto, se echa mano de estrategias, avances y retrocesos, la captura de territorios, los momentos de negociar, el mostrarse aparentemente debilitado, hasta lograr la ansiada «derrota» del «enemigo»." Cf. Jorge Huerta, Un caballero llamado Seigalt. Casanova y el libertinaje, en la revista Me cayó el veinte, número 3, primavera de 2001.
43 Recordemos que Bataille era un ferviente lector, analista, admirador del marqués de Sade. He aquí partes de la introducción que Bataille hace del Justine de Sade, acerca del desencadenamiento del ser: "El desencadenamiento no es siempre, activamente, el hecho del objeto de una pasión. Lo que destruye a un ser también lo desencadena; por otra parte, el desencadenamiento es siempre la ruina de un ser que se había impuesto los límites de la decencia. La desnudez es ya por sí sola la ruptura de estos límites (es el signo del desorden que invoca al objeto que se abandona a ella). El desorden sexual descompone las figuras coherentes que nos establecen, a nosotros mismos y a los otros, en tanto que seres definidos (los desliza hacia un infinito, que es la muerte). En la sensualidad hay un disturbio y un sentimiento de estar ahogado, análogo al malestar que se desprende de los cadáveres. (…)" Revista Litoral (mayo 2002), Editorial psicoanalítica de la Letra, número 32. "Sade" in La invención del sadismo, p. 73.
44 "—Creo que no amo sino el amor e, inclusive en el amor, sólo la angustia de amar que únicamente sentí en los bosques, o el día de la muerte. (…) Siempre y cuando tu padre no recibiera de mí la menor satisfacción, tuve relaciones con muchachas y me vino la idea de que tu desventurado padre se beneficiara de ellas. Algo que respondía perfectamente a la aversión que tengo por las situaciones regulares.".
45 Braunstein, p. 21
46 p. 73
47 Lacan, J., (Seminario La Angustia, 1966). No se ha publicado todavía.
48 p. 54.
49 p. 30.
50 P. 89
51 Braunstein, Néstor , El goce, p. 50, México, Siglo XXI, 1990, en referencia al Seminario sobre la Ética del Psicoanálisis, de Lacan, del 4 de mayo de 1960.
52 p. 90
53 P. 92
54 Epígrafes de Mi madre: "La vejez renueva al terror al infinito, conduce al ser inconcluso hacia el comienzo que entreveo a la orilla de la tumba y que es el puerco que dentro de mí no pueden matar ni la muerte ni el insulto. El terror es divino a la orilla de la tumba y me hundo en ella porque soy su hijo / DIOS en mí es el horror de lo que fue, es y será tan horrible que a cualquier precio debería negar y gritar con todas mis fuerzas que yo niego que eso fue, es o será. Pero yo mentiría / En la soledad en la que yo entraba, las medidas de este mundo —si subsisten— están para sostener en nosotros un sentimiento de desmesura vertiginoso. DIOS es esta soledad / La risa es más divina e inclusive más inaprensible que las lágrimas. Este brillo sorprendente del cielo es el de la muerte misma. Mi cabeza da vueltas en el cielo. Jamás la cabeza da tantas como en su muerte."
55 El Unheimliche que Freud trabaja en su texto de 1919.
56 Recordemos que Madame Edwarda retrata a Dios bajo las formas de una prostituta.
57 Bataille, p. 47.
58 Braunstein, p. 21
59 "La fuerza produce el sentido (y el espacio) mediante el mero poder de «repetición» que habita en ella originariamente como su muerte. Este poder, es decir, este "imponer" que abre y limita el trabajo de la fuerza inaugura la traducibilidad, hace posible lo que se llama «el lenguaje», transforma el idioma absoluto en límite desde siempre ya transgredido: un idioma puro no es un lenguaje, sólo llega a serlo repitiéndose: la repetición desdobla ya desde siempre la punta de la primera vez. A pesar de las apariencias, esto no contradice lo que decíamos más arriba sobre lo intraducible. Se trataba entonces de invocar el origen del movimiento de trasgresión, el origen de la repetición y del convertirse en lenguaje el idioma. Si nos instalamos en lo dado o el efecto de la repetición, en la traducción, en la evidencia de la distinción entre la fuerza y el sentido, no sólo se pierde la intuición original de Freud, sino que se borra lo virulento de la relación con la muerte. " (Derrida, J., L’écriture et la différence, París, Éditions du Seuil, 1967 — Hay edición en castellano: La escritura y la diferencia, Barcelona, Anthropos, 1989)
60 p. 92
61 Véase nuevamente el epígrafe dos de Mi madre: " DIOS en mí es el horror de lo que fue, es y será tan horrible que a cualquier precio debería negar y gritar con todas mis fuerzas que yo niego que eso fue, es o será. Pero yo mentiría".
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Devenir mujer (2005)

Devenir mujer, ¿misión imposible?
21 de febrero de 2005, Revista Acheronta

Mélanie Berthaud Faraudo

El psicoanálisis, por su particular naturaleza, no pretende describir qué es la mujer
—una tarea de solución casi imposible para él.
Sigmund Freud, 33ª conferencia sobre la feminidad, 1932.


La historia del psicoanálisis está profundamente enraizada en, e intrincada con, las mujeres. Se ha hablado mucho del lugar clave que ellas ocuparon en la génesis del método psicoanalítico elaborado por Sigmund Freud a partir de sus observaciones de los trabajos de Charcot en París y, luego, de sus colaboraciones con Joseph Breuer. Del método catártico de los inicios, al asentamiento del psicoanálisis; de Anna O.,[1] a Dora; la presencia de las mujeres en el psicoanálisis, una por una, sobre todo algunas histéricas, insiste.
De igual manera, Jacques Lacan deberá a “Aimée” su entrada en los círculos intelectuales parisinos en los años treinta. La tesis de doctorado en medicina que el joven psiquiatra presenta en 1932[2] sobre este caso es, en opinión de Elizabeth Roudinesco: “una novela de ciento cincuenta páginas redactadas en estilo flaubertiano, es decir en una lengua literaria que no se reduce a tecnicismos del discurso psiquiátrico. Lacan cuenta la aventura de su heroína con la pluma de un auténtico escritor, trasladando en el personaje de Aimée las desdichas de una moderna Emma Bovary”.[3]
Lo menos que se puede decir es que las mujeres han sido piedra angular en la historia y construcción misma del edificio epistemológico del psicoanálisis y, a la vez y desde un principio, un escollo y un reto en esta historia.
En 1926, después de profundos cuestionamientos que analizaremos más adelante, Freud nos habla de sus vacilaciones respecto del no-saber acerca del sexo femenino, es decir, de la ausencia de un significante que dé cuenta de la identidad femenina:
Acerca de la vida sexual de la niña pequeña sabemos menos que sobre la del varoncito. Que no nos avergüence esa diferencia; en efecto, incluso la vida sexual de la mujer adulta sigue siendo un dark continent para la psicología”.[4]

Más allá de la perplejidad que pudiera provocar una admisión/resignación de tal envergadura de parte de Freud, misma que tiene lugar treinta y un años después de haber escrito el Proyecto de psicología (1895), localizamos ahí su declaración explícita según la cual la feminidad es ahora un “continente”, y requiere de interés científico y de trabajo.
De allí la dificultad teórica que plantea tener que diferenciar dos campos de estudio: por un lado, el ámbito correspondiente a la pregunta de corte freudiano ¿qué quiere la mujer?[5] y, por otro, las contradicciones e incongruencias en las que incurre la teoría psicoanalítica a partir de este querer saber acerca de la feminidad. Por lo anterior, la literatura psicoanalítica se ha ocupado poco de este vínculo tan íntimo: mujer/psicoanálisis.[6]
Ubicada la pregunta Was will das Weib? [¿qué quiere la mujer?] en el contexto de sus múltiples implicaciones para el psicoanálisis,[7] el interés que sostiene el presente ensayo está dirigido hacia otra pregunta que la antecede. Nos cuestionamos, en efecto, sobre: ¿qué es ser mujer?, ¿se es o se deviene mujer?
La resonancia que dicha pregunta[8] pudiera tener en círculos conocedores de la célebre expresión introductoria a la obra El Segundo Sexo (1949) de Simone de Beauvoir (“On ne naît pas femme, on le devient"[9]) merece una aclaración. Si tomáramos el punto de partida de Beauvoir de manera superficial, se podría encontrar una curiosa coincidencia entre la tesis de Freud respecto de la feminidad y el planteamiento —revolucionario por la época— de la filósofa.
Ambos plantean un “devenir mujer”, pero desde muy diferentes perspectivas. Al respecto Freud afirma:
La anatomía ha discernido en el clítoris, dentro de la vulva femenina, un órgano homólogo al pene, y la fisiología de los procesos sexuales ha podido agregar que ese pene pequeño, y que ya no crecerá, se comporta de hecho en la infancia de la mujer como un pene genuino y cabal, se convierte en la sede de unas excitaciones movidas al tocarlo, su estimulabilidad presta al quehacer sexual de la niña un carácter masculino, y hace falta una oleada represiva en la pubertad para que, por remoción de esta sexualidad masculina, surja la mujer.[10]

Es decir que el “devenir mujer” dependería de la represión de la sexualidad masculina en la niña. Como lo vemos, las respuestas encontradas podrían contrariar las aspiraciones que han motivado los movimientos de liberación de la mujer o las políticas de equidad de género más actuales. De hecho, la teoría del penisneid, como es sabido, fue objeto de numerosas críticas de parte de pensadoras feministas.
Por su parte, Freud demostró no preocuparse mucho por los alcances de sus reflexiones y su posible recuperación desde otros ángulos. Así, la descripción que hace de la “joven homosexual” (1920), nos llama la atención, y nos hace sonreír, sobre todo después de mencionar a Beauvoir:
La muchacha arrastraba de sus años de infancia un “complejo de masculinidad” muy acentuado. De genio vivo y pendenciero, nada gustosa de que la relegase ese hermano algo mayor, desde aquella inspección de los genitales había desarrollado una potente envidia del pene cuyos retoños impregnaron más y más su pensamiento. Era en verdad una feminista, hallaba injusto que las niñas no gozarán de las mismas libertades que los varones, y se rebelaba absolutamente contra la suerte de la mujer.[11] En la época del análisis, el embarazo y el parto eran para ella representaciones desagradables, según yo conjeturo, también a causa de la desfiguración del cuerpo que traen consigo.[12]

Igualmente, cabe recordar las reservas que provocó el pasaje que operó Freud, en 1897, entre la teoría de la seducción y la teoría de la fantasía.[13] Según autores como Marie Balmary o Jeffrey Masson, dicho cambio teórico, lo habría realizado Freud para dejar inocente al padre perverso, y proteger la honorabilidad de los padres, soporte del establishment de la sociedad de su época.[14]
Sin embargo y más allá de esos debates, es preciso enfatizar que el psicoanálisis es (o tendría que ser) autónomo a las consideraciones éticas o políticas; a pesar de que las cuestiones políticas estén, a su vez, nutridas de elementos de índole psicológica, como el mismo Freud lo demuestra en Psicología de las masas y análisis del yo (1921), así como en otros escritos políticos. En este contexto, nuestro objetivo apunta desde el marco psicoanalítico —desde las formaciones del inconsciente, del síntoma, de la clínica— a la cuestión de las modalidades mediante las cuales, en términos freudianos, “surge la mujer”.
Cuestión que da pie a un sin fin de reflexiones que delimitarán nuestro andar a través de la problemática del “devenir mujer”: ¿existe aquello llamado “sexo femenino”?, ¿es la anatomía lo que decide del sexo? ¿Por qué vías se llega a ser mujer y qué camino diferencia estos procesos del recorrido del hombre?, ¿existen varias formas de “ser” mujer? Nos concretaremos en nuestro recorrido a la Obra de Sigmund Freud y dejaremos para un futuro ensayo lo que estas preguntas encuentran en trabajos posteriores como el de Jacques Lacan.

I Antecedentes: bisexualidad y diferencia de los sexos

En el recorrido que Freud hace sobre el tema de la feminidad, destacan distintas temáticas. En primer término, aborda la cuestión de la bisexualidad, la cual, como lo veremos, nos remite a la historia Freud-Fliess, símbolo del nacimiento del psicoanálisis. En segundo término, esta reflexión pasa por el concepto de libido y, en tercer término, por la diferencia de los sexos.
A partir de 1900, fecha de publicación de la Interpretación de los sueños, Freud se aleja terminantemente de la teoría de la bisexualidad de Fliess a la cual había progresivamente dejado de adherirse desde 1895.[15] Esta ruptura representa el fin de una pasión, la cual fue el soporte del autoanálisis de Freud.[16] En efecto, Fliess explica la diferencia sexual a partir de la diferencia biológica y afirma que ambos sexos cargan al otro sexo en una relación de simetría que llama primero bisexualidad y después, “bilateralidad”. Al separarse de Fliess, Freud remarca en cambio la disimetría en los destinos del niño y de la niña.
Como lo señala Serge André, el significante de la bisexualidad no desaparece completamente de las reflexiones de Freud después de la ruptura con Fliess. Según él, “esta palabra, más que aclarar sus reflexiones, las complica. Se tiene más bien la impresión que vuelve ineluctablemente debajo de su pluma, porque es el soporte de un resto absurdo, y que no se puede eliminar, de su transferencia con Fliess”.[17]
Así, en Tres ensayos de teoría sexual (1905), Freud afirma que sólo existe una libido, la masculina:
La sexualidad de la niña pequeña tiene un carácter enteramente masculino. Más aún: si supiéramos dar un contenido más preciso a los conceptos de “masculino” y “femenino”, podría defenderse también el aserto de que la libido es regularmente, y con arreglo a ley, de naturaleza masculina, ya se presente en el hombre o en la mujer, y prescindiendo de que su objeto sea el hombre o la mujer.[18]

Diez años después agrega un pie de página estratégico a este texto. Allí, opera una división que viene a ocupar el lugar de la bisexualidad fliessiana. En la nota al pie, Freud divide los conceptos de masculino y femenino en tres direcciones:
Se les emplea en el sentido de actividad y pasividad, o en el sentido biológico, o en el sociológico. El primero de estos tres significados es el esencial, y el que casi siempre se aplica en el psicoanálisis. A eso se debe que en el texto la libido se defina como activa, pues la pulsión lo es siempre, aun en los casos en que se ha puesto una meta pasiva.

La división que Freud opera entre actividad y pasividad permite demostrar que la pulsión sexual no conoce motivos de sexo (femenino o masculino).[19] Se trata aquí de una recomposición de la geografía sexual, mediante la cual la pulsión sexual, la libido, aparece enmarcada entre las metas que la satisfacen (activa o pasiva) y el tipo de objetos que requiere para su satisfacción.[20]
En este contexto, siendo la libido esencialmente masculina, Freud sostiene que la sexualidad de la niña es masculina y que sólo la represión de dicha sexualidad permite la transformación de la niña en mujer. ¿Qué sucede entonces cuando esta represión es incompleta? La construcción freudiana, basada en la monosexualidad, ofrece herramientas para entender a las mujeres histéricas:[21]
Toda vez que se logra trasferir la estimulabilidad erógena del clítoris a la vagina, la mujer ha mudado la zona rectora para su práctica sexual posterior. En cambio, el hombre la conserva desde la infancia. En este cambio de la zona erógena rectora, así como en la oleada represiva de la pubertad que, por así decir, elimina la virilidad infantil, residen las principales condiciones de la proclividad de la mujer a la neurosis, en particular a la histeria.[22]

El siguiente eslabón del pensamiento freudiano relativo a la sexualidad femenina plantea la imposibilidad de “inscribir la diferencia sexual en el inconsciente”.[23] En Sobre las teorías sexuales infantiles (1908), Freud es enfático en cuanto al hecho de que la realidad del sexo es distinta de lo real del órgano anatómico. Al respecto, señala que esta realidad (el plano del inconsciente) no conoce más que un órgano, el pene, y que existe una ignorancia psíquica, tanto en el niño como en la niña, de la existencia del sexo femenino, es decir un no-saber. La certidumbre del niño de que su hermanita tiene pene se resume mediante la tan conocida frase, que nos remite también al caso del pequeño Hans: “Ella tiene… pero todavía es chiquito; claro es que cuando ella sea más grande crecerá”.[24]
Con ciertos matices, Freud corrobora la teoría del sexo único en 1923 con La organización genital infantil. En ese momento, presenta al pene como el sexo único, bajo la figura del “primado del falo”, el cual se puede manifestar bajo dos modalidades: la ausencia o la presencia. Cuando se reconoce la ausencia del pene, se aborda como un falo que falta y no como un sexo femenino.[25]
Hemos podido revisar cómo hasta principios de los años veinte, no existe para Freud un sexo femenino que, tal cual, se pueda enunciar y que la feminidad no puede ser concebida como una esencia sino como un devenir.

II El devenir mujer: inversión del complejo de Edipo y complejo de castración
A partir de 1923, Freud desarrolla una reflexión más intencionada hacia la cuestión de la sexualidad femenina. Los avances que ha logrado respecto del desarrollo sexual del niño evidencian el rezago que padece la reflexión relativa al devenir femenino. Es preciso analizar las reflexiones que hace en La organización genital infantil (1923), El sepultamiento del complejo de Edipo (1924), Algunas consecuencias sobre la diferencia anatómica de los sexos (1925) y Sobre la sexualidad femenina (1931) respecto del nacimiento/surgimiento de la mujer.
En primer lugar, al describir la resolución del complejo de Edipo en el niño, admite que, respecto de la niña: “nuestro material se vuelve aquí —incomprensiblemente— mucho más oscuro y lagunoso” y que “en conjunto es preciso confesar que nuestras intelecciones de estos procesos de desarrollo que se cumplen en la niña son insatisfactorias, lagunosas y vagas”.[26]
Sin embargo, después de describir con toda suerte de detalle cómo la amenaza de castración —marcada por el descubrimiento del genital femenino—[27] provoca la salida del Edipo en el niño, Freud reconoce que ambos sexos tienen una historia diferenciada respecto del complejo de castración y del Edipo. Si el niño sale del complejo de Edipo vía el complejo de castración porque su pene está en juego,[28] la niña, en cambio, recorre un camino muy distinto:
Ella nota el pene de un hermano o un compañerito de juegos, pene bien visible […] y, al punto lo discierne como el correspondiente, superior, de su propio órgano, pequeño y escondido; a partir de ahí cae víctima de la envidia del pene.[29] […] Así se produce esta diferencia esencial: la niñita acepta la castración como un hecho consumado, mientras que el varoncito tiene miedo a la posibilidad de su consumación. […]. Excluida la angustia de castración, está ausente también un poderoso motivo para instituir el superyó e interrumpir la organización genital infantil.[30]

En segundo lugar, cabe insistir en el hecho de que El sepultamiento…, texto fundamental, complemento de El yo y el ello (1923), no sólo abre el paso a la reflexión relativa a la diferencia de desarrollo sexual, sino también a las consecuencias psíquicas de tal desarrollo que Freud profundiza en 1925, con su trabajo Algunas consecuencias sobre la diferencia anatómica de los sexos.[31]
Aquí Freud descubre ciertos aspectos de la fase prehistórica del complejo de Edipo en la mujer. Ambos, varón y niña, tuvieron a la madre como primer objeto de amor, en la primera infancia. El varón, al salir “normalmente” del Edipo, buscará un objeto similar. Pero la niña, subraya Freud, tendrá que orientarse hacia un objeto identificable al padre. De allí surge la lógica pregunta que Freud externa: “¿Cómo llega la niña a resignarlo y a tomar a cambio al padre por objeto?”.[32]
En realidad, desde el principio, la niña está naturalmente enfrentada a la castración, como lo recalca Freud en la cita antes mencionada y que repetimos ahora: “Ella nota el pene de un hermano o un compañerito de juegos, pene bien visible […], y, al punto lo discierne como el correspondiente, superior, de su propio órgano, pequeño y escondido; a partir de ahí cae víctima de la envidia del pene”.[33] Como lo había aludido en el Sepultamiento…, la niña desea entonces un hijo del padre[34] y por esta razón, se encamina a ocupar el lugar de la madre.

III Consecuencias del complejo de castración
Freud no deja de señalar que la entrada en el complejo de Edipo mediante el complejo de castración —camino invertido respecto del recorrido del niño— atrae ciertas consecuencias sobre la manera que tendrá la niña de aprehender a su madre así como su propio cuerpo. Enumera cuatro posibles consecuencias en Algunas consecuencias sobre la diferencia anatómica de los sexos, las cuales retoma en su conferencia sobre La feminidad (1925).
Sentimiento de inferioridad y complejo de masculinidad
En primer término, la niña podría desarrollar, frente a esta castración ya dada, “un sentimiento de inferioridad”, que la empujaría a “compartir el menosprecio del varón por ese sexo mutilado en un punto decisivo y, al menos en este juicio, se mantiene en paridad con el varón”. De esta manera, la niña compartiría el juicio del niño sobre su propio sexo.
Al respecto, Serge André hace notar que “la paradoja es patente: al juzgarse a si misma como inferior, la mujer se vuelve igual al hombre, por medio de este mismo juicio”,[35] lo cual, a su vez, constituye una motivación a la protesta viril de los hombres, en un círculo que se nutre a sí mismo. En efecto, es de notar que la proclamación de la virilidad por parte de ciertos hombres, con sus corolarios (figura local del machismo, por ejemplo) no puede ser entendida sin la observación de la devaluación misma que operan ciertas mujeres sobre su propia condición y cuerpo.
Pero Freud, en La feminidad (1931) aporta más elementos respecto de esta primera consecuencia. Este sentimiento de inferioridad se apellida complejo de masculinidad, afirma:
La niña se rehúsa a reconocer el hecho desagradable; con una empecinada rebeldía carga todavía más las tintas sobre la masculinidad que tuvo hasta entonces, mantiene su quehacer clitorídeo y busca refugio en una identificación con la madre fálica o con el padre. ¿Qué será lo decisivo para este desenlace? No podemos imaginar otra cosa que un factor constitucional, una proporción mayor de actividad, como suele ser característica del macho. […] Como la operación más extrema de este complejo de masculinidad se nos aparece su influjo sobre la elección de objeto en el sentido de una homosexualidad manifiesta.[36]

Françoise Dolto, en Sexualité féminine (1996), en un capítulo llamado “El peligro de la situación prolongada entre dos”, describe el complejo de masculinidad que ella llama “el complejo de virilidad”:
“Hay, clínicamente, dos tipos de complejo de virilidad. El más espectacular es él de la niña que niega todas las identificaciones con el comportamiento de las niñas o las mujeres: se fantasea en niño, aprecia travestirse en hombre. Estilo Gavroche y muy platicadora, a veces es muy trabajadora, desde lo corporal como lo intelectual, deportista […]. En la escuela, dan la impresión de ser homosexuales, lo que muy raramente son. Aunque se puedan volver homosexuales, por decepción del padre o por ausencia de este último (muerte, abandono), por decepción de los hombres, o seducción de mujeres lesbianas, las cuales avivan su narcisismo, en un estilo dominante, pasional, declarativo o ascético. […] Todo es imaginario. Existe un peligro real de neurosis narcisística porque, poco interesadas por la vida pragmática, estas niñas sólo pueden, en el mejor de los casos, desarrollar un falicismo intelectual, al tener éxito en sus estudios, que hacen de ellas, después, unas prisioneras”.[37]

Según Lacan en el Seminario Las formaciones del inconsciente (1957), el complejo de masculinidad puede llevar a la niña a la última etapa del complejo de Edipo: “La niña se dirige hacia el padre como aquel que le puede dar aquello de lo cual ella carece. En este momento opera una vuelta: en vez de agarrarse indefinidamente a la demanda que proviene del penisneid, la niña abandona. Se identifica a este otro que le ha rehusado su satisfacción y especialmente a las insignias de su potencia”.

Celos y envidia
Por otra parte, según Freud, este proceso hace a la niña ser mucho más sujeta a los celos. Afirma que “[los celos] desempeñan un papel mucho mayor en la vida anímica de la mujer porque reciben un enorme refuerzo desde la fuente de la envidia del pene, desviada”.[38] Hace aquí una referencia al texto de 1919, Pegan a un niño,[39] donde, detrás del fantasma del “niño-golpeado por el padre”, lee una confesión de masturbación. André nota al respecto que “el que me peguen equivale a que me amen”, es decir, la analogía golpe-caricia. La pequeña se identifica con quién recibe los golpes y quiere ocupar ese lugar, el lugar de quién está siendo pagado-tocado-acariciado-amado.

“Pero si, por otra parte, el niño pegado puede identificarse al clítoris, este último recibe el valor de rasgo que equivale a la elección del amor. […] Este fantasma recubre un deseo: el de ver el clítoris elevado al rango de pene, es decir al rango de un signo que atrae el reconocimiento y el amor del padre”.[40]

Según André, lo que provoca celos en una mujer no es que el objeto de amor se voltee hacia otra mujer, sino que exista la suposición de que la “otra mujer” posee un algo, un pequeño pene, que ella no tiene. La juventud, por ejemplo, puede provocar celos en una mujer mayor, sin que haya forzosamente un rival que entre en el juego.

Existen miles de ejemplos, como lo demuestran Carolina Eliacheff y Natalie Heinich, en Madre e hijas, una relación de tres: “Blanca Nieve sólo tiene siete años (cuando el espejo contradice los sentimientos de la madre): los celos de las madres no esperan la pubertad de sus hijas, y se manifiestan desde lo que llamamos “la edad de razón” –cuando las hijas ya no ven a su madre como la más bella del mundo”.[41]

Reproches hacia la madre
Una tercera consecuencia del descubrimiento de la castración por la niña es la siguiente. Según Freud, la ternura que la vinculaba a la madre se “afloja”. Es decir que se culpa a la madre por haber parido a un ser sin pene. Existe una ambivalencia estructural en la constitución de la sexualidad femenina en la medida en que, por un lado, se culpa a la madre por haber fallado y proporcionado a la hija un sexo incompleto y que, por otro lado, el único camino de identificación femenina será la identificación con la madre. Veremos, por cierto, cómo el ser madre y el ser mujer no siempre coinciden.

Abandono de la masturbación
Finalmente, la cuarta consecuencia del complejo de castración que Freud expone es una “contracorriente opuesta al onanismo”.[42] En virtud de que la niña rechaza el clítoris que hace las veces de pene fallado, se aleja de la actividad masturbatoria, lo cual la debería de llevar a abandonar la sexualidad masculina de la cual hemos hablado, y prepararla para la entrada a la segunda fase del Edipo femenino, donde se desea un hijo del padre y se realiza la sustitución pene-hijo.

Recordamos que, según Freud, “Toda vez que se logra trasferir la estimulabilidad erógena del clítoris a la vagina, la mujer ha mudado la zona rectora para su práctica sexual posterior”,[43] puede surgir la mujer.

IV “Un superyo en el exterior”:
En su conferencia sobre la feminidad, Freud corrobora lo anterior, pero modifica un poco su análisis respecto de las posibles consecuencias del complejo de castración en la mujer. Serían ahora tres: “El descubrimiento de su castración es un punto de viraje en el desarrollo de la niña. De ahí parten tres orientaciones del desarrollo; una lleva a la inhibición sexual o a la neurosis; la siguiente, a la alteración del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad, y la tercera, en fin, a la feminidad normal”.[44]
Básicamente, según Freud, las opciones para la mujer serían limitadas a ser neurótica, ser frígida, homosexual (¡o feminista!) o “femenina normal”. Sin embargo, con esta clasificación, la última categoría no se logra definir plenamente. El significante de la feminidad permanece desconocido. Lo que sí puede avanzar Freud es que la mujer tiene menos dificultades para transgredir el orden social y la ley: “El nivel de lo éticamente normal es otro en el caso de la mujer. El superyó nunca deviene tan implacable, tan impersonal, tan independiente de sus orígenes afectivos como lo exigimos en el caso del varón”.[45] Ya que la mujer, de antemano, ha sido sometida a la amenaza y al cumplimiento de la castración, ¿Qué tendría que temer?
La salida del Edipo en la mujer no queda garantizado. Así,
“ausente la angustia de castración, falta el motivo principal que había esforzado al varoncito a superar el complejo de Edipo. La niña permanece dentro de él por un tiempo indefinido, sólo después lo reconstruye y aun entonces lo hace de manera incompleta. En tales constelaciones tiene que sufrir menoscabo la formación del superyó, no puede alcanzar la fuerza y la independencia que le confieren su significatividad cultural”.[46].

Y compara Freud
“Un hombre que ronde la treintena nos aparece un individuo joven, más bien inmaduro, del cual esperamos que aproveche abundantemente las posibilidades de desarrollo que le abre el análisis. Pero una mujer en la misma época de la vida nos aterra a menudo por su rigidez psíquica y su inmutabilidad. Su libido ha adoptado posiciones definitivas y parece incapaz de abandonarlas por otras. No se obtienen vías hacia un ulterior desarrollo; es como si todo el proceso estuviera concluido y no pudiera influirse más sobre él entonces; más aún: es como si el difícil desarrollo hacia la feminidad hubiera agotado las posibilidades de la persona. Como terapeutas lamentamos ese estado de cosas, aunque consigamos poner término al sufrimiento mediante la tramitación del conflicto neurótico.”[47]

Como lo remarca Catherine Millot, retomando a Freud, la mujer es, “a pesar de Freud, un poco demasiado ‘matter of fact’. Sabe demasiado bien lo que quiere, en el sentido de que no hay que contarle cuentos —¡requiere cosas sólidas! Sólo escucha los argumentos ‘de la sopa y las albóndigas’”.[48]

Así, una posible forma de ubicar el significante femenino sería entonces mediante la ausencia del superyó.
La mujer no renuncia a su demanda de amor hacia el padre, explica Millot, y la persistencia de la demanda conlleva otra consecuencia: deja a la mujer en situación de dependencia en relación con el Otro real, que puede ser el padre o, generalmente, un sustituto del padre. La identidad entre el objeto de satisfacción y el objeto de amor en la mujer, sugiere Lacan, la hace más dependiente del amor de este Otro del cual espera la satisfacción de su demanda de falo. Entonces, el Otro de la demanda está en posición de someterla a todas sus exigencias, eventualmente sin límites. Ocupa el lugar de este superyó que le falta a ella, en tanto instancia intrapsíquica. La mujer tendría, por decirlo así, un superyó en el exterior”.[49]

Siguiendo a Catherine Millot y como lo acabamos de ver, no existe, según Freud, un Ideal del Yo materno post-edípico en la mujer y tampoco, por consiguiente, un superyó materno post-edípico. La madre ha perdido su lugar, a raíz del descubrimiento de la castración en la mujer. Pero, “si en la niña se forma un Ideal del Yo materno, es porque la castración materna no fue asumida por el sujeto y que la madre se mantiene en su estatuto todopoderoso”.[50]
De tal manera que la mujer no tiene forma de identificarse con un ideal femenino. Cuando lo hace, se somete a un superyó pre-edípico y se identifica a la mujer fálica, la cual posee varios falos (entre otros, el del padre) ganando de esta manera un “superyó obsceno y feroz”.[51] En este caso, no hay salida del Edipo.

V ¿Ser o no ser (de) la madre?
Freud profundiza el tema de la relación a la madre que caracteriza la fase de la prehistoria del Edipo en la historia de la mujer en dos textos que redacta a muy poco tiempo de intervalo. De hecho consideró que el deseo de un hijo pudiera constituir un obstáculo al fin del análisis.
En Sobre la sexualidad femenina (1931), se hace cada vez más claro que la intensidad del lazo que puede unir a la mujer con el padre no es más que “una transformación del intenso vínculo que se dio con la madre en una época pre-edípica, la cual ejerce una gran influencia sobre el porvenir de la mujer”.[52] Freud habla del “trueque del objeto-madre por el padre”.
Lo más novedoso de este texto es el lugar sorprendente y exclusivo que Freud ofrece a la madre. Ella es el primer objeto de amor. Primero es la seductora y quien despierta las pulsiones en la hija. Así: “La actividad sexual de la niña hacia la madre, tan sorprendente, se exterioriza siguiendo la secuencia de aspiraciones orales, sádicas y, por fin, hasta fálicas dirigidas a aquella”.[53] Después es la que será “inculpada” por la hija “como seductora”.
Incluso adelanta una hipótesis según la cual la seducción realizada por la madre, y no más por el padre, es “responsable de que en las fantasías de años posteriores el padre aparezca tan regularmente como el seductor sexual”.[54] Dicha hipótesis viene a complementar la tesis de la fantasía de seducción que Freud expone a Fliess en su carta 69, de 1897.
De tal manera que nos parece que una reflexión sobre el “devenir mujer”, desde la perspectiva que estamos trabajando en este ensayo, debe pasar por dos temáticas: la petición de hijo-pene, la cual provoca una identificación con tintes de rechazo con y hacia la madre, por un lado; y por el otro, la huella psíquica que el primer amor en la historia de las mujeres (el amor hacia la madre) deja inscrita en su cuerpo.
Si bien hemos llamado a este apartado: “ser o no ser (de) la madre”, ha sido en el sentido de indicar que la maternidad o ilusión de maternidad puede jugar un papel importante en el “devenir mujer”, por una parte, y que el amor primario de la madre deja un residuo fundamental en el psiquismo femenino.
Esta reflexión nos lleva a analizar la relación que existe entre la demanda de un hijo al padre por parte de la niña —la cual, como lo vimos, permite abandonar a la madre en el lugar que ocupaba, para abrirle paso a la feminidad— y el amor a la madre.
Serge André desarrolla una reflexión interesante, en base a los trabajos de Freud y de Lacan, sobre el tema de la metáfora paterna. En primer lugar, pareciera que la sustitución de la madre por el padre a raíz del complejo de castración ya descrito, correspondería a una metáfora. Existe una traslación de la madre al padre, a la cual corresponde un pasaje simultáneo del pene al hijo (del padre).
Sin embargo, al insistir Freud sobre “esa ligazón-madre preedípica que es tan importante y que deja como secuela fijaciones tan duraderas”,[55] es conveniente preguntarse, como lo plantea Serge André en ¿Qué quiere la mujer?, si efectivamente se trata de una metáfora o de una metonimia. Explica: “Al desear un hijo del padre, la niña, en el fondo, no renuncia al pene. Simplemente, busca un equivalente. Mejor que un pene, un hijo. Este pasaje de un pene al hijo no parece producir un significado nuevo —criterio de la metáfora”.[56]
Según este autor, la clínica comprueba la denegación que opera cuando una mujer tiene un hijo. Al tener un hijo, se tiene la esperanza de obtener el signo que representa la identidad femenina. Sin embargo, el sinnúmero de depresiones correlativas a un nacimiento demuestra la dificultad que tiene la mujer para encontrarse del todo en la maternidad.
Este movimiento de péndulo que realiza la mujer durante su existencia entre el “ser madre” y el “ser de la madre” está subrayado en Freud, cuando, en su artículo Análisis terminable e interminable (1937), declara que “la envidia del pene —el positivo querer-alcanzar la posesión de un genital masculino […] da guerra al analista” y puede llegar a representar el “ombligo del análisis”.[57]
Freud agrega en este contexto que el “regreso a la madre” tiene algo entrañable con el destino de la mujer. Al respecto Françoise Dolto describe “la maternidad y su papel en la evolución sexual de la mujer” y evoca que
La madre (de quien ha tenido un hijo), de estar disponible, se transforma en su melliza, o su sirvienta masoquista. Se establece entre ellas una pareja homosexual latente, sagrada, situación que, si viven cerca una de la otra, y si la abuela es genitalmente frustrada, favorece las regresiones en cadena, así como la formación de familias neuróticas, en un clima irrespirable para sus hombres y sus hijos.[58]

Así, habría en la mujer la persistencia de una relación con el Otro maternal (Lacan), relación que desaparece mediante la metáfora paterna en el caso de un hombre. Se trataría de una metonimia entonces, porque el padre no se impone como metáfora en el destino femenino, ya que la mujer no se somete completamente a esta metáfora. No todo en ella se somete. En efecto, como lo demostró Lacan en las fórmulas de la sexuación,[59] “las mujeres no son todas sometidas a la función fálica”, es decir que la mujer no es toda y que su goce es dual.

Finalmente, según André, “la limitación del alcance de la metáfora paterna en la niña no es inexplicable. En efecto, si la función paterna consiste en introducir al sujeto a la ley del falo, y si este significante del falo fracasa al significar lo que sería la feminidad propiamente dicha, resulta entonces que la significación introducida por la metáfora paterna es siempre incompleta, insuficiente para poder asignar a un sujeto su lugar de niña. […] La niña entonces percibe la limitación de esta metáfora, o la rechaza o denuncia su aspecto de mascarada.”[60]

Conclusión: Madres e hijas

Habría mucho que desarrollar todavía sobre el tema del devenir mujer. Nuestro trabajo buscó realizar un recorrido sobre la sexualidad femenina a partir de las reflexiones de Freud sobre sexo y anatomía, construcción de la sexualidad femenina, interrogándonos permanentemente sobre la dificultad de hablar de una esencia femenina. En realidad, vimos que la sexualidad femenina es sumamente dinámica.
Con toda la pena del mundo, tenemos que contradecir los argumentos de venta de los perfumes de haute couture, los cuales pretenden enfrascar a la feminidad en una esencia: “esencia de mujer”, etc. no es más que un espejismo bien cobrado.
Nos habrá faltado sin duda investigar más a fondo las modalidades del devenir-mujer. Para la próxima vuelta, querremos responder las siguientes preguntas: ¿Es una mujer forzosamente madre?, ¿Una madre puede ser mujer?, ¿Convive el papel de madre con el papel de mujer?[61]
Entre madre e hija, puede surgir una relación ravageuse, como decía Lacan. Destructora, feroz. Una dimensión de tal relación se encuentra en el concepto de “incesto platónico” que trabajan Caroline Eliacheff y Nathalie Heinich y que consiste en una relación entre madre e hija cuyo soporte es la exclusión del tercero, el padre o quien hace las veces de función paterna. Sin pasaje al acto sexual entre madre e hija —cuyo ejemplo, aparentemente escaso en la clínica, podría ilustrar la escena entre La pianista, personaje de Elfriede Jelinek y su madre—,[62] se forma una pareja construida “sobre el fantasma de ‘ser uno¡ o del secreto”.[63]
Según estas autoras, poco trabajo se ha realizado desde el psicoanálisis respecto de esta violencia incestuosa que amenaza la identidad del sujeto, en este caso, la hija: “Al carácter aparentemente muy común de esta patología del amor materno —tanto más destructora que se presenta no solamente como normal pero también como virtuosa—, se opone poco interés de parte de los teóricos del psicoanálisis”.[64]



Bibliografía

1) Andahazi, Federico (1997), El anatomista, Destino libro.

2) André, Serge (1995), “Que veut une femme?”, Éditions du Seuil.

3) Assoun, Paul-Laurent (2003), “Freud et la femme”, Petite Bibliothèque Payot.

4) Dolto, Françoise (1996), “Sexualité féminine”, Folio Essais.

5) Freud, Sigmund (1893-95), “Estudios sobre la histeria”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 2, p. 1.

6) (1897), Carta 69, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 1, p. 301.

7) (1897), Carta 70, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 1, p. 303.

8) (1897), Carta 71, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 1, p. 307.

9) (1898), “La sexualidad en la etiología de las neurosis”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 3, p. 251.

10) (1905), “Tres ensayos de teoría sexual”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 7, p. 109. .

11) (1908), “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 8, p. 137.

12) (1908), “Sobre las teorías sexuales infantiles”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 8, p. 183.

13) (1919), “Pegan a un niño. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 17, p. 173.

14) (1920) “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina” Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 18, p. 137

15) (1923), “La organización genital infantil” Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 19, p. 148.

16) “El sepultamiento del complejo de Edipo”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 19, p. 177.

17) (1925), “Algunas consecuencias sobre la diferencia anatómica de los sexos”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 19, p. 267.

18) (1926), “¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 20, p. 165

19) (1931), “Sobre la sexualidad femenina”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 21, p. 223.

20) (1933), “La feminidad”, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 22, p. 104.

21) (1937), “Análisis terminable e interminable”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 23, p. 213.

22) Eliacheff, Carolina y Heinich, Nathalie (2002), “Mères-filles, Une relation à trois”, Le Livre de Poche.

23) Lacan, Jacques (1966), “Fonction et champ de la parole et du langage”, Écrits 1, Texte integral, p. 235. Éditions du Seuil.

24) (1932), “De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad”, Siglo XXI. (1976).

25) (1960), “Subversion du sujet et dialectique du desir dans l’inconscient freudien”, Écrits 1, Texte integral, p. 273. Éditions du Seuil.

26) (1975), “Encore. Texte établi par Jacques-Alain Miller”, Essais Points.

27) Le Monde Diplomatique (Enero de 1999), “Simone de Beauvoir, cinquante ans aprés, Le Deuxième Sexe en héritage”, disponible en Internet en la página http://www.monde-diplomatique.fr/1999/01/CHAPERON/11516

28) Millot, Catherine (1988), “Nobodaddy, L’hystérie dans le siècle”, Point Hors Ligne.

29) Roudinesco, Elizabeth (1994), “Histoire de la psychanalyse en France 2, 1925-1985”, Fayard.





[1] Freud, Sigmund (1893-95), “Estudios sobre la histeria”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 2, p.1.
[2] Lacan, Jacques (1932), De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, Siglo XXI. (1976).
[3] Roudinesco, Elizabeth (1994), “Histoire de la psychanalyse en France 2 1925-1985”, Fayard.

[4] Freud, Sigmund (1926), “¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 20, p. 199.
[5] “La grande question restée sans réponse malgré mes trente années d’étude de l’âme féminine est la suivante: Was Will das Weib?” (La gran pregunta que se quedó sin respuesta a pesar de mis treinta años de estudio del alma femenina es la siguiente: ¿Qué quiere la mujer?) le habría declarado Freud a Marie Bonaparte, según lo relata Ernest Jones (mencionado por Paul-Laurent Assoun en Freud et la femme).
[6]Assoun, Paul-Laurent (2003), “Freud et la femme”, Petite Bibliothèque Payot.
“El famoso ¿Que quiere la mujer? No es la fórmula de aquel que “se planta” frente al enigma de la feminidad y hereda a la posteridad su voluptuosa perplejidad. Aquí se trata justamente de lo real mismo de la feminidad que regresa bajo la forma de una pregunta dirigida al saber analítico (…). La pregunta tiene que replantearse: ¿que quiere la mujer del psicoanálisis?”.
[7] op.cit.
[8] En los círculos feministas, por ejemplo. En todos los ámbitos de la reflexión socio-político, donde se ha vulgarizado la reflexión de Beauvoir.
[9] “No se nace mujer, se deviene”, in De Beauvoir, Simone (1949), Le Deuxième Sexe. De Beauvoir escandalizó a la sociedad francesa de posguerra con su rechazo fundamentado a la maternidad, afirmando que el instinto materno era una mera construcción social. Recomendamos la lectura del Monde Diplomatique de Enero de 1999: “Comme le résume très bien Ménie Grégoire, opposée sur bien des points à la philosophe: « Simone de Beauvoir a compté plus pour les femmes de ma génération que ne le diront jamais les historiens. (...) Elle nous a mises au pied du mur, nous qu’on avait formées pour une autre vie que celle de nos mères”.
[10] Freud (1908), “Sobre las teorías sexuales infantiles”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 8, p. 192-194. El subrayado es mío.
[11] El subrayado es mío.
[12] Freud, Sigmund (1920) “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina” Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 18, p. 61.
[13] Carta 69 (Ya no creo más en mi neurótica) (21 septiembre de 1897) de la correspondencia entre Freud et Fliess: “La sorpresa de que en todos los casos el padre hubiera de ser inculpado como perverso, sin excluir a mi propio padre, la intelección de la inesperada frecuencia de la histeria, en todos cuyos casos debiera observarse idéntica condición, cuando es poco probable que la perversión contra niños esté difundida hasta ese punto”. Freud, Sigmund (1897), Carta 69, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 1, p. 301.
[14] Referencia aportada por Catherine Millot in “Nobodaddy, l’hystérie dans le siècle”, p. 19.
[15] André, Serge (1995), “Que veut une femme?”, Éditions du Seuil. P. 34.
[16] Op.Cit.
[17] Op. Cit. P. 21.
[18] (1905), “Tres ensayos de teoría sexual”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 7, p. 200.
[19] (1920) “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina” Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 18, p. 137: “El psicoanálisis se sitúa en un terreno común con la biología en la medida en que adopta como premisa una originaria bisexualidad del individuo humano (así como del animal). Pero no puede esclarecer la esencia de aquello que en sentido convencional o biológico se llama “masculino” y “femenino”; adopta ambos conceptos y basa en ellos sus trabajos. En el intento de una reconducción más avanzada, lo masculino se le volatiliza en actividad y lo femenino en pasividad, y eso es harto poco.” P. 164.
[20](1909), “Apreciaciones generales sobre el ataque histérico”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 8, p. 203.
[21] En 1908, Freud afirma que “El significado bisexual de síntomas histéricos, demostrable por lo menos en numerosos casos, es por cierto una prueba interesante de la aseveración, por mí sustentada, de que la disposición bisexual que suponemos en los seres humanos se puede discernir con particular nitidez en los psiconeuróticos por medio del psicoanálisis”. “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 8, p. 137.
[22] (1905), “Tres ensayos de teoría sexual”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 7, p. 202.
[23] André, Serge (1995), “Que veut une femme?”, Éditions du Seuil. P. 41.
[24] Freud (1908), “Sobre las teorías sexuales infantiles”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 8, p. 192-194.
[25] “En el estadio de la organización pregenital sádico-anal no cabe hablar de masculino y femenino; la oposición entre activo y pasivo es la dominante. En el siguiente estadio de la organización genital infantil hay por cierto algo de masculino, pero no algo femenino; la oposición reza aquí: genital masculino, o castrado. Sólo con la culminación del desarrollo en la época de la pubertad, la polaridad sexual coincide con masculino o femenino. Lo masculino reúne el sujeto, la actividad y la posesión del pene; lo femenino, el objeto y la pasividad.” (1923), “La organización genital infantil” Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 19, p. 148.
[26] (1924) “El sepultamiento del complejo de Edipo”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 19, p. 185-186.
[27] “La observación que por fin quiebra la incredulidad del niño es la de los genitales femeninos. (…) Con ello se ha vuelto representable la pérdida del propio pene, y la amenaza de castración obtiene su efecto con posterioridad.” P. 183.
[28] “Si la satisfacción amorosa en el terreno del complejo de Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza estallará el conflicto entre el interés narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales”, op. cit.
[29] (1925), “Algunas consecuencias sobre la diferencia anatómica de los sexos”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 19, p. 270.
[30] Op. cit. p. 186.
[31](1925), “Algunas consecuencias sobre la diferencia anatómica de los sexos”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 19, p. 267.
[32] Op. Cit., P. 270.
[33] P. 270.
[34] “Ha visto eso, sabe que no lo tiene, y quiere tenerlo.”; “la libido de la niña se desliza a una nueva posición. Resigna el deseo del pene para remplazarlo por el deseo de un hijo, y con este propósito toma al padre como objeto de amor”. La madre pasa a ser objeto de los celos, y la niña deviene una pequeña mujer.” Op. Cit.
[35] André, Serge (1995), “Que veut une femme?”, op. cit. P. 183.
[36] (1933), “La feminidad”, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 22, p. 104.
[37] Dolto, Françoise (1996), “Sexualité féminine”, p. 156. op. cit
[38] (1925), “Algunas consecuencias sobre la diferencia anatómica de los sexos”, p. 272.
[39] Freud (1919), “Pegan a un niño. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 17, p. 173.
[40] André, Serge, op. cit. P. 184.
[41] Eliacheff, Carolina y Heinich, Nathalie (2002), “Mères-filles, Une relation à trois”, Le Livre de Poche.
[42] (1925), “Algunas consecuencias sobre la diferencia anatómica de los sexos”, p. 272.
[43] (1905), “Tres ensayos de teoría sexual”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 7, p. 201.
[44] (1933), “La feminidad”, op. cit.
[45] Op. Cit.
[46] Op. Cit., p. 120
[47] Op. Cit., p. 125.
[48] Millot, Catherine (1988), “Nobodaddy, L’hystérie dans le siècle”, Point Hors Ligne. P. 57.
[49] Ibid, p. La traducción es nuestra.

[50] Op. cit. P. 60.
[51] Op. Cit. P. 60
[52] Dolto, Françoise (1996), “Sexualité féminine”, Folio Essais, p. 22-23. En el prefacio, Muriel Djeribi-Valentin comenta que la modificación operada por Freud en los años veinte respecto de la sexualidad femenina constituirá una llamado a las analistas mujeres. Según el autor, Freud se dio cuenta que la transferencia que ejercía sobre sus pacientes mujeres no le permitió (en su calidad de hombre y padre del psicoanálisis) tener acceso a cierto material de la muy pequeña infancia de éstas.
[53] (1931), “Sobre la sexualidad femenina”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 21, p. 240.
[54] Op. Cit.
[55] (1933), “La feminidad”, op. cit. P. 119.
[56] André, Serge (1995), “Que veut une femme?”, op. cit. P. 186 .
[57] (1937), “Análisis terminable e interminable”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Vol. 23. p. 252.
[58] Dolto, Françoise (1996), op. cit., p. 209.
[59] (1975), “Encore. Texte établi par Jacques-Alain Miller”, Essais Points.
[60] André, Serge (1995), “Que veut une femme?”, op. cit. P. 188.
[61] Para la preparación de este trabajo, echamos mano de un excelente trabajo sobre la relación madres-hijas. Publicado en francés, Mères-filles, une relation à trois, de Carolina Eliacheff y Natalie Heinich nos proporcionó un análisis de la relación madre-hija a partir de la literatura y el ciné.
[62] Eliacheff, Carolina y Heinich, Nathalie (2002), “Mères-filles, Une relation à trois”, Le Livre de Poche. P. 44.
[63] Op. Cit. P. 55.
[64] OP. Cit. P. 67.

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